Notes1
Si el gobierno de Castro no demuestra tener soluciones ni futuro para Cuba que permitan que los que estamos proponiendo alternativas, con el apoyo de nuestros hermanos del exilio y de lo que quizás es una mayoría silenciosa en el país, le demos lo que hasta ahora ellos no han permitido brindar a cabalidad. —Entrevista a Félix Antonio Bonne Carcassés, René Gómez Manzano y Marta Beatriz Roque Cabello, El Mercurio, Santiago, 16 de julio del 2000, p A-6.
En general los ensayos presentados en las reuniones anteriores de ASCE han brindado poca atención al tema de las comparaciones de los índices sociales y del gasto social de Cuba y América Latina, así como al análisis de las políticas sociales de Cuba en educación, salud, vivienda y seguridad social, uno de los llamados logros de la revolución. Si bien algunos ensayos han comparado los resultados y el gasto social de Cuba con el de algunos países latinoamericanos a partir de los años sesenta (Castañeda, 1991; Alonso, Donate-Armada y Lago, 1994; Romeu, 1995) y otros ensayos han cubierto algunos sectores sociales en mayor o menor detalle (Alonso, Donate-Armada y Lago, 1994; Donate-Armada, 1994; y Pérez, 1998), no ha habido un tratamiento global y sistemático de estos temas y de su relación con el crecimiento económico del país. Este ensayo pretende dar un paso en esta dirección en las reuniones de ASCE.
Concretamente el ensayo compara el nivel y la evolución (los avances o retrocesos) del índice de desarrollo humano (IDH) y del gasto social real por habitante de América Latina y Cuba durante la década de los noventa, así como hace algunas consideraciones generales sobre la situación de los sectores sociales, el nivel de ingreso real de la población y la desigualdad de ingresos en Cuba en la década.
El ensayo hace referencia al IDH, que pondera los resultados del gasto social en educación y salud con el nivel de ingreso por habitante, para mostrar no sólo el acceso efectivo a los servicios sociales básicos sino también el nivel de ingreso que permite adquirir bienes y servicios para satisfacer el consumo requerido para una vida decorosa. El ensayo conceptualiza el gasto social, desde la perspectiva del desarrollo humano sostenible, o sea lo considera como inversión, dado que favorece las oportunidades para el desarrollo y mejoramiento del nivel y la calidad de vida de las personas al proporcionar, entre otros aspectos, acceso a los conocimientos y las herramientas necesarias para su consolidación y actualización, a ambientes de salud, y a condiciones nutricionales adecuadas y habitacionales dignas y sanas.
El ensayo utiliza información estadística proveniente del Programa de Naciones Unidas sobre el Desarrollo (PNUD) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), especialmente los Informes sobre Desarrollo Humano de 1990 y 1999 (PNUD, 1990 y 1999) y el estudio económico sobre Cuba de 1997 (CEPAL, 1998), su actualización del 2000 (CEPAL, 2000b) y el Informe del Panorama Social de 1998 (CEPAL, 1999a). El Informe de la CEPAL de 1998 adolece de contradicciones internas que han sido señaladas en otros ensayos en las reuniones de ASCE (Castañeda, 1998 y 1999; Mesa-Lago 1998). Ellas se refieren a la evaluación de la situación y políticas macroeconómicas en el período 1990- 1996, que en general se consideran adecuadas y acertadas, mientras que la situación social se considera difícil y las políticas sociales insostenibles.
El ensayo está organizado en ocho secciones. La primera compara el IDH de Cuba y América Latina a principios y finales de la década de los noventa. La segunda contrasta el gasto social real por habitante de Cuba y América Latina en la década de los noventa. La tercera estima los gastos sociales de Cuba en US dólares. La cuarta discute la situación, características y tendencias de los principales componentes del gasto social, del ingreso por habitante y la desigualdad de los ingresos de Cuba en los noventa. La quinta compara la evolución económica de Cuba y América Latina en las décadas de los ochenta y noventa. La sexta hace una breve disgresión sobre las implicaciones de la ausencia de ayuda externa oficial, el embargo norteamericano y las remesas familiares a Cuba en la década de los noventa. La séptima comenta los desafíos que conllevan la modernización, la sostenibilidad del aumento, y la eficiencia interna y externa del gasto social para Cuba y América Latina. La octava presenta las conclusiones y las consideraciones finales del ensayo (¿se requiere más de lo mismo o algo diferente?).
EL ÍNDICE DE DESARROLLO HUMANO DE CUBA Y AMÉRICA LATINA EN LA DÉCADA DE LOS NOVENTA
El grado de desarrollo social de Cuba y de América Latina medido por el IDH, considera el impacto del acceso efectivo a los servicios sociales (más allá de problemas de calidad de los mismos), junto al ingreso que proporciona posibilidades de llevar una vida decorosa. Existen vínculos significativos y estrechos entre la satisfacción de las necesidades sociales básicas de los servicios sociales y el nivel de ingreso para superar la pobreza y la marginalidad. Se considera que los países con un IDH superior a 0.80 presentan un desarrollo humano alto, mientras que los restantes tienen un desarrollo humano medio o bajo. A su vez, dentro de los países de la región latinoamericana y caribeña hay diferencias importantes en el grado de desarrollo humano, pues los índices asumen valores en casi todo el rango de la categoría, mostrándose claramente la fuerte desigualdad existente entre los países que conforman la región.
Conceptualmente un bajo nivel de ingreso por habitante muestra una situación de carencias o privaciones, porque no se dispone de ingresos suficientes para satisfacer las necesidades materiales, resultado de la ausencia de oportunidades o herramientas suficientes para generar ingresos. La solución al problema de la pobreza involucra tanto políticas de desarrollo productivo y generación de empleo, como políticas de formación de capital humano con una perspectiva de mediano y largo plazos, y políticas sociales de carácter asistencial o compensatorio en el corto plazo.
El Informe de Desarrollo Humano de 1990 (PNUD, 1990), presentó un IDH de 0.877 para Cuba en 1987, o sea entre los países de desarrollo humano alto. Cuba ocupaba la séptima posición entre los países de la región, una posición absoluta y relativa más elevada que en la actualidad. Cuba tenía la segunda posición de esperanza de vida al nacer (74 años), la segunda de tasa de alfabetización de adultos (96%) y la décimo tercera en cuanto a niveles de producto por habitante (US$2,500), medido por la paridad de poder adquisitivo, superando el nivel de otros 7 países de la región: Nicaragua, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Honduras, Bolivia y Haití (ver Cuadro 1).
Según el Informe de Desarrollo Humano de 1999 (PNUD, 1999), Cuba tenía un IDH medio, de 0.765 en 1997, inferior al de 11 países de la región latinoamericana y del Caribe: Barbados (0.859), Bahamas, Chile, Argentina, Uruguay, Costa Rica, Trinidad y Tobago, Venezuela, Panamá, México y Colombia (0.768). Cuba tenía un IDH mayor al que le correspondería con base en su producto real por habitante (US$3,100), el cual también era inferior al de otros 9 países de la región: Brasil, Belice, Ecuador, Jamaica, Perú, República Dominicana, Paraguay, Guyana y Guatemala, lo que muestra la pobreza endémica del cubano en términos de ingreso en la región y establece dudas sobre la sostenibilidad de los avances sociales logrados (ver Cuadro 2). Cuba tiene un nivel de producto real por habitante mayor que sólo 5 países de la región: El Salvador, Bolivia, Honduras, Nicaragua y Haití.
En cuanto a los índices de resultados sociales, Cuba descendió en términos relativos; ahora ocupa la tercera posición en esperanza de vida al nacer (75.7 años), la sexta en tasa de alfabetización de adultos (95.9%) y la décima posición en tasa bruta de matriculación (72%). Estas posiciones todavía altas o medias en resultados sociales en la región, tal vez se expliquen por los efectos acumulativos rezagados del elevado gasto social por habitante, o inversión en capital humano, realizado por el país en la década de los ochenta.
Los dilemas de sustentabilidad surgen de las magras posibilidades de sostener una pesada estructura social, mientras la economía no recobra los ritmos históricos de expansión y en tanto no se pueda superar el estrangulamiento externo. —CEPAL (1998, p. 381).
EL GASTO SOCIAL REAL POR HABITANTE DE AMÉRICA LATINA Y CUBA EN LA DÉCADA DE LOS NOVENTA
A continuación se analiza el nivel de los gastos sociales por habitante (educación, salud, seguridad social, vivienda, etc.) de América Latina y Cuba a finales de la década de los 90 como resultado de dos relaciones: el gasto social como proporción del producto interno bruto (PIB) y del PIB por habitante. El gasto social se refiere exclusivamente al gasto del sector público. Por ello, hay una subestimación del gasto social total de los países latinoamericanos, ya que excluye el gasto del sector privado.
En los 17 países analizados por la CEPAL en el Panorama Social de 1998 (CEPAL, 1999a), el promedio del gasto público social real por habitante ascendió a US$457 en 1996-1997, que contrasta con US$331 en 1990-1991, significando un aumento del 38% en el período, que equivale a una tasa anual de crecimiento real del 5.5% (ver Cuadro 3). Este incremento, orientado a atender la llamada deuda social acumulada durante los años ochenta, fue superior al del PIB, de tal forma que el gasto social por habitante aumentó significativamente más que el producto por habitante en todos los países que mostraron crecimiento económico. Así el gasto social como proporción del PIB promedio pasó del 10.1% en 1990- 1991 al 12.4% en 1996-1997.
Al respecto, la cuantía de los recursos públicos reales por habitante destinados a los sectores sociales aumentó en 14 de los 17 países analizados en los años noventa, mientras que en 2 países (Honduras y Nicaragua) se mantuvo más o menos en el mismo nivel durante el período y en Venezuela se redujo en un 6%. El gasto real aumentó en educación en 13 de 15 países, en salud y nutrición en 11 de 14 y en seguridad social en los 13 países sobre los que dispuso de información.
Existe un marcado grado de heterogeneidad en el gasto social por habitante en los países de América Latina. Los países de gasto social alto (Argentina, Uruguay y Brasil) tenían un nivel de gasto social por habitante de aproximadamente US$1,300 y los países de gasto social medio-alto (Chile, Panamá y Costa Rica) tenían un nivel de gasto por habitante de US$650 en 1996-1997. Estos 6 países tienen un gasto social por habitante mayor que Cuba, independientemente de la tasa de cambio que se utilice para convertir el PIB de Cuba de 1999 a US dólares.
Los países de gasto social real medio por habitante (Colombia, México y Venezuela) gastan un promedio de US$353 y los países de gasto social real bajo por habitante (Perú, Paraguay, El Salvador, Bolivia, Guatemala, República Dominicana, Honduras y Nicaragua) gastan un promedio de US$109. El gasto social bajo o muy bajo de algunos de estos países es consecuencia de las crisis políticas, económicas y sociales en muchos de ellos en los últimos 20 años. Los países que aumentaron el gasto social por habitante a una mayor tasa de crecimiento anual, fueron aquellos con un gasto social bajo, que alcanzó una tasa de crecimiento del 10.7% anual, aproximadamente el doble del promedio de los países de la región.
Los aumentos del gasto social por habitante en la región señalados compensaron la disminución del gasto social por habitante registrado en tres cuartas partes de los países durante la década de los ochenta, por lo cual 12 de los 17 países, superaron en el bienio 1996- 1997 el nivel de gastos alcanzado en 1980-1981. Las excepciones son Honduras, que mantuvo los niveles de los años ochenta, y el Salvador, Guatemala, Nicaragua y Venezuela, donde descendió.
De los países que tuvieron una mayor tasa de expansión del gasto social real por habitante (Bolivia, Chile, Colombia, El Salvador, Paraguay, Perú y República Dominicana) en los años noventa, sólo Chile debió esa expansión a la elevada tasa de crecimiento económico, mientras que en los otros países se debió principalmente al aumento del gasto social como proporción del PIB. Chile ha puesto un énfasis creciente en el mejoramiento de las condiciones macroeconómicas para superar la pobreza y mejorar el acceso a los servicios sociales básicos; para lo cual pretende altas y sostenidas tasas de crecimiento económico.
Con relación a los factores determinantes de la expansión del gasto social por habitante en la región, es pertinente indicar que el crecimiento económico explica el 71% del aumento de dicho gasto en los países con nivel de gasto social por habitante alto y el 54% en los países de gasto social medio en 1996-1997 (ver Cuadro 4). En estos países, el área social ya capta el 61% del gasto público total y no es fácil aumentarlo.
Esto sugiere que en estos países el margen es cada más escaso para elevar el nivel de gasto real social por habitante más allá del ritmo de crecimiento económico, relación que también parece ser válida para Cuba.
En cambio, en países con gastos sociales medio o bajo por habitante (Colombia, México, Bolivia, Guatemala, Paraguay y Perú), el factor predominante en la década de los noventa fue el incremento de la participación del gasto social en el PIB, que explica más del 80% del incremento logrado en la década. En su mayoría estos países de gasto social medio y bajo, todavía presentan cierta holgura para aumentar el gasto social por habitante, a un ritmo mayor que el PIB por habitante, otorgando una mayor prioridad al gasto social dentro del presupuesto nacional. Al respecto, entre los países donde más aumentó el gasto social como proporción del PIB en los años noventa están: Colombia (con 7.2 puntos porcentuales del PIB), Bolivia (con 6 puntos), Paraguay (con 4.9 puntos), y Perú (con 3.5 puntos).
Según la CEPAL (1999a), la consolidación democrática en la región ha incidido en la creciente prioridad otorgada al ámbito social. Varios de los países de la región emprendieron significativas reformas en educación, salud y seguridad social, muchas de ellas financiadas con recursos extra presupuestarios provenientes de préstamos de las instituciones financieras internacionales, que significaron aumentos en los gastos corrientes y de inversión, y se incorporaron posteriormente a los respectivos presupuestos nacionales. Los programas de reforma en la educación se concentraron en la educación básica y media, orientados a elevar la calidad y equidad de estos gastos de alta rentabilidad socioeconómica. Ellos incluyeron particularmente la capacitación y mejoras en los sueldos básicos de los docentes; el mejoramiento de la infraestructura física y tecnológica; la actualización de los métodos y los materiales de enseñanza; la descentralización de la gestión y la medición permanente de los resultados educacionales. La reforma de la seguridad social incluyó reajustes en las jubilaciones y pensiones orientadas a tener un gasto por habitante algo superior a los US$300 en Uruguay y entre US$100 y US$150 en Argentina, Brasil y Chile, así como a ampliar la cobertura.
Una preocupación de la CEPAL, es que el ritmo de crecimiento económico sufrió una significativa reducción del 6.4% en 1990-1995 al 3.3% en 1996- 1997 y años posteriores, lo cual pone en peligro la continua expansión y aún la consolidación del gasto social por habitante en los países de la región. Según la CEPAL se requiere una tasa de crecimiento del 6% del PIB para reducir razonablemente los rezagos tecnológicos y sociales existentes (CEPAL, 2000a, p. 11).
El Gasto Social Real por Habitante de Cuba en la Década de los Noventa
El gasto social real por habitante de Cuba (a precios de 1997) fue de CU$549 en 1999 que contrasta con CU$624 en 1990 (ver Cuadro 5), y significó una reducción del 13% en el período 1990-1999, equivalente a una tasa de contracción anual del 1.4%. Dicha contracción fue menor que la del PIB por habitante, que fue del 17% en dicho período, ya que el gasto social como proporción del PIB aumentó del 21.7% en 1990 al 23.0% en 1999.
El gasto social real por habitante disminuyó de CU$624 en 1990 a CU$431 en 1995, pero después se recuperó a CU$549 en 1999. En educación se redujo de CU$223 en 1990 a CU$120 en 1995 y se recuperó a CU$158 en 1999; en salud disminuyó de CU$129 en 1990 a CU$98 en 1995 y se recobró a CU$134 en 1999; en seguridad social se redujo de CU$161 en 1990 a CU$141 en 1995 y se recuperó a CU$155 en 1999; y en vivienda y servicios comunales, se redujo de CU$53 en 1990 a CU$31 en 1993, aunque se recobró a CU$59 en 1999. Así, en el período 1990-1999, los gastos sociales reales por habitante se contrajeron significativamente más en educación (29%), cultura (39%) y deportes (29%), mientras que la reducción fue menor en seguridad social (4%). Sólo aumentaron en bienestar, salud, y vivienda y servicios comunales en 6%, 4% y 11%, respectivamente, pero aún en estas categorías mostraron reducciones hasta 1998.
El gasto social como proporción del PIB aumentó 21.7% en 1990 al 27.5% en 1993, uno de los peores años de la crisis económica, contribuyendo al significativo aumento del déficit fiscal de entonces; posteriormente fluctuó alrededor del 21% en 1995-1998 y se expandió al 23% en 1999.
Una preocupación de la CEPAL (1998) es que la severa contracción económica y la debilidad del sector externo del país ponen en peligro el elevado gasto social por habitante de Cuba. Cuba se encuentra por arriba del promedio latinoamericano en el gasto social como proporción del PIB con un nivel del 23%, el mayor de la región, 85% superior al promedio latinoamericano; sin embargo, el PIB por habitante de Cuba, aún a la tasa de cambio oficial, es menor a la mitad del promedio latinoamericano.
El Gasto Social Real por Habitante en Relación con el PIB y el PIB por Habitante
Si bien el nivel de gasto social como proporción del PIB de Cuba es muy elevado en comparación con los países latinoamericanos, a pesar de los esfuerzos que han venido haciendo los países de la región para aumentar esta relación en los años noventa, sólo es ligeramente mayor al de los 6 países de la región con mayor gasto social por habitante y era inferior a los de Uruguay (22.5%) y Panamá (21.9%) hasta 1998. En cambio el nivel del PIB por habitante de Cuba se redujo en la década de los 90, a pesar de su recuperación a partir de 1995, y está perdiendo importancia relativa con respecto a los otros países de la región, aún si se utiliza la tasa de cambio oficial para valorizar el PIB cubano en US dólares.
Los análisis tradicionales sobre el gasto social de Cuba y América Latina se han concentrado en el gasto social como proporción del PIB, que es una relación difícil de modificar a corto y mediano plazo en los países con alto nivel de gasto social como proporción del PIB, pues requiere de una reasignación de los recursos en el ámbito de la sociedad a favor del Estado y que los recursos captados se utilicen en el sector social, lo cual puede conllevar efectos negativos sobre la tasa de crecimiento del PIB. En cambio, dichos análisis han ignorado en general los cambios del PIB por habitante, que se ha modificado significativamente en la década de los noventa en la medida que las economías de la región han logrado crecer, mientras que la economía cubana se contrajo. Como se indicó, Chile ha logrado ocupar un lugar destacado en el gasto social por habitante en América Latina en los años noventa, mayor que el de Cuba, principalmente con base en el aumento del PIB por habitante asociado a su alta tasa de crecimiento económico a partir de 1984.
El efecto combinado de ambas relaciones en Cuba vis-a-vis la región, una ligeramente creciente y otra en franca declinación, explica porque el país que era considerado un paradigma social en la región por los elevados niveles de gasto social por habitante, haya ido perdiendo su atractivo entre los intelectuales y países de la región. Cuba vio reducir su gasto social por habitante no sólo en términos absolutos sino en relación con los otros países de la región debido a su significativa contracción económica en la década de los noventa.
UN ESTIMADO DEL GASTO SOCIAL DE CUBA EN US DÓLARES
El Cuadro 6 muestra que el gasto social real por habitante de Cuba expresado en US dólares, al utilizar una tasa de cambio que pondera los ingresos externos del país a las tasas de cambio que éstos se obtienen (US$1=CU$4), está entre los países de bajo nivel de gasto social real por habitante en la región, pero el gasto social con respecto al PIB es muy superior al que le corresponde de acuerdo con su nivel de PIB por habitante, que sería cercano al 10%.
Al respecto, la tasa de cambio unificada de mercado para Cuba debería estar entre la tasa de cambio oficial de US$1 y la tasa de cambio “libre” administrada, que ha estado fluctuando alrededor de US$20 a partir de 1996. Ello supone que el proceso de unificación se haga ordenadamente con un déficit fiscal moderado, una política de salarios reales constantes para el sector público y las empresas públicas, una política monetario-crediticia neutral, y una tasa de cambio fija inicial que sirva de firme ancla al principio del proceso de estabilización .
Una manera gruesa y conservadora de estimar la tasa de cambio unificada de mercado, aunque no la única y menor que la que se debería utilizar como ancla al principio del proceso de estabilización, es ponderando el porcentaje de los ingresos externos que se obtienen a las dos tasas de cambio existentes. Así, todos los ingresos de Cuba, excepto las remesas familiares y otras transacciones similares que aparecen en las transferencias unilaterales, se realizan a la tasa de cambio oficial, entre ellas están: las exportaciones de bienes y servicios, la inversión directa y las donaciones. De esta forma aproximadamente el 85% de los ingresos externos de Cuba se obtienen a la tasa de cambio de US$1=CU$1 y el 15% restante a una tasa de cambio alrededor de US$1=CU$20. Al ponderar los ingresos externos totales de Cuba, se obtiene una tasa de cambio ponderada de aproximadamente US$1=CU$4 para cada uno de los años 1995 a 1999.
Así, al aplicar el estimado de la tasa unificada de mercado a los gastos sociales reales por habitante, Cuba pasa de tener gastos sociales por habitante medio-altos— menores, pero cercanos a los de Chile, Costa Rica y Panamá—a gastos sociales reales por habitante bajos del orden de US$137, similares a los de El Salvador, Paraguay, Bolivia y República Dominicana (ver Cuadro 3). También la proporción del gasto social en relación al PIB es casi el doble al que le que corresponde a países con ese nivel de ingreso real por habitante, que es del orden del 10% del PIB, y apoya la interpretación de que Cuba está sobreinvirtiendo en los sectores sociales.
Lo anterior no significa que las estrategias hubiesen estado exentas de errores de concepción y aplicación. —CEPAL (1997, p. 359).
SITUACIÓN, CARACTERÍSTICAS Y TENDENCIAS DE LOS PRINCIPALES COMPONENTES DEL GASTO SOCIAL, DEL INGRESO POR HABITANTE Y LA DESIGUALDAD EN LOS INGRESOS DE CUBA EN LOS NOVENTA
Concurrente con lo que muestra la evolución del IDH en los años noventa y la reducción del gasto real por habitante señalada en la sección 2-B, que también es destacada por la CEPAL (1998, sección 4. D), ésta señala retrocesos significativos en los sectores de educación y vivienda, en los salarios reales y la igualdad de los ingresos lograda hasta 1990, así como la precariedad de los avances sociales.
Educación
“La dotación de recursos presupuestarios a la educación se redujo sustancialmente entre 1989 y 1996” (CEPAL 1998, p 369), con ello ha ocurrido una marcada disminución de la matrícula secundaria y universitaria, una reducción de los materiales y útiles escolares, y un estancamiento y desgaste de las instalaciones y el equipamiento educacionales. También se detuvo la ampliación de la educación preescolar. Aunque los índices de cobertura escolar de Cuba han disminuido, la calidad de la educación en términos de repetición, completar el nivel educativo y los resultados de las pruebas académicas aún son elevados a nivel regional.
Los estudiantes matriculados (en miles) en escuelas medias disminuyeron de 1,073.1 en 1989 a 778.0 en 1997 y los estudiantes matriculados (en miles) en escuelas superiores de 242.4 en 1989 a 104.6 en 1997, o sea se produjeron reducciones del 37% y del 57%, respectivamente. En cambio los estudiantes en educación primaria (en miles) aumentaron en forma continua de 885.6 en 1989 a 1,044.6 en 1996, o sea un 18% (ver Cuadro 7).
Si bien “no se han cerrado escuelas, no obstante problemas muy críticos de mantenimiento de las instalaciones” (CEPAL, 1998, p 369) ni se redujo el salario monetario del personal docente y se aumentó en un 30% en 1998, esto conllevó una reducción del salario en términos reales se efectuaron reducciones en el suministro de útiles, textos y materiales, así como en la formación de capital, que “comienzan a reflejarse de manera muy desfavorable en los servicios” (CEPAL, 1998, p. 369). La repercusión ha sido significativa en los laboratorios y talleres, que se han utilizado más intensamente y carecen de piezas de repuestos y el equipamiento se ha ido deteriorando y acelerando su depreciación, con el consecuente retraso tecnológico y obsolescencia. Esto es preocupante cuando éstos se deberían ir adaptando y modernizando regular y sistemáticamente al cambiante entorno tecnológico mundial.
Lo señalado implica que se rechaza la apreciación de que se ha invertido mucho en educación en Cuba. Sin duda se puede invertir mejor en educación, pero el problema fundamental del país es que no se ha permitido que la economía crezca de acuerdo a su potencial, alentando el circulo virtuoso de que el crecimiento aprovecha el gasto en educación, lo que a su vez genera más crecimiento y requiere más gasto en educación.
Salud
El Informe Mundial de la Salud del 2000 muestra que los índices de desempeño de la salud y del nivel de salud de Cuba están entre las posiciones 33 y 39 entre 191 países, mientras que el nivel de respuesta del sistema está entre las posiciones 115-117 y el gasto en salud (en dólares) por habitante a la tasa de cambio oficial está en la posición 118 (ver Cuadro 8).
Según la CEPAL (1998), Cuba avanzó en cuatro aspectos en los noventa: prevención y diagnóstico de las enfermedades, instalaciones hospitalarias, formación y disponibilidad de recursos profesionales y paraprofesionales, e investigación científica. Sin embargo, la escasez de divisas redujo la disponibilidad de medicinas2 y ha “conducido a la utilización excesiva de los equipos existentes, con el consabido acortamiento de su vida útil” (CEPAL 1998, p 365), tampoco hubo ajustes en las remuneraciones nominales al personal médico hasta 1998, cuando se reajustó en un 30%, lo que determinó una reducción en las remuneraciones reales en el período.
Además, hay distorsiones y desproporciones desde el punto de vista de los factores empleados, así mientras hay mayores recursos humanos e instalaciones hospitalarias, hay una menor disponibilidad de medicinas convencionales y un deterioro en las condiciones habitacionales y sanitarias. Por ello el costo efectividad de los gastos hospitalarios y personal médico no parecen justificados por las diferencias de resultados de Cuba en comparación con otros países de América Latina como lo habían señalado Alonso, Donate-Armada y Lago (1994). La situación de la salud también se ve afectada por el sistema de racionamiento que no provee alimentos suficientes, y hay carencias de artículos básicos de higiene (tales como: jabón, papel higiénico, etc.), y de control de plagas (insecticidas, pesticidas, etc.). Una “cuestión central es la viabilidad y conveniencia de largo plazo de sostener un sector tecnológico de avanzada y excelencia en las condiciones económicas de Cuba” (CEPAL 1998, p 367).
Vivienda
En Cuba “se resienten déficit y atrasos muy significativos” en vivienda (CEPAL, 1998, p. 360). Aún desde el segundo quinquenio de los ochenta, antes de la crisis, la construcción de nuevas viviendas no alcanzaba a satisfacer la reposición de viviendas que superan su vida útil (CEPAL, 1998, p. 372). Durante todos los años de la década de los noventa, el número de nuevas viviendas fue inferior a las 60,000 anuales, número mínimo (conservador) requerido para reponer las viviendas que superan su vida útil (ver Cuadro 7). “Las consecuencias se reflejan en el hacinamiento y deterioro en las condiciones de vida”, particularmente en la ciudad capital (CEPAL 1998, p 360), lo que está afectando negativamente las condiciones sanitarias y el nivel y calidad de vida.
El gasto real en viviendas y servicios comunales por habitante que es bajo (CU$59 en 1999) aumentó ligeramente, 11% en la década de los noventa (ver Cuadro 5). Las novelas costumbristas sobre Cuba, particularmente las de Zoé Valdés, destacan la precariedad de la vivienda al igual que lo muestran las películas recientes (p.e. Buenavista Social Club). Asimismo, el déficit de mantenimiento y reparación de la infraestructura de servicios sanitarios (agua y alcantarillado) y urbanos (recolección de desechos, limpieza de calles y control de plagas) refuerzan lo indicado.
Seguridad Social
El sistema de seguridad social vigente es de reparto, con edades de jubilación de 55 años para las mujeres y de 60 años para los hombres, y se ha utilizado como mecanismo de compensación social para enfrentar la crisis económica. La CEPAL indica que el nivel de seguridad social “en el producto no es sinónimo de alivio permanente a la pobreza” (CEPAL, 1998, p. 203). Para ello hay que “ligar en forma transparente beneficios y financiamiento” (CEPAL, 1998, p. 205). En el caso de Cuba “toda vez que los beneficios son independientes de las recaudaciones, no se conoce “si son atribuibles a una previsión social mal diseñada o una política excesivamente generosa” (CEPAL, 1998, p. 206). En mi opinión, ambos conceptos son ciertos y el sistema requiere una reforma sustantiva, como lo han fundamentado Alonso, Donate-Armada y Lago (1994), Donate-Armada (1994) y Pérez (1998) en reuniones anteriores de ASCE.
Asimismo, la CEPAL considera que los gastos sociales y el sistema de previsión social se han convertido en una carga y exceden “la capacidad de la economía nacional” para sostenerlos (CEPAL, 1998, p. 59). Esta conclusión había sido expuesta en las reuniones anteriores de ASCE por Alonso, Donate-Armada y Lago (1994), Donate-Armada (1994) y Pérez (1998), y tiene serias implicaciones fiscales debido al cambio en la estructura demográfica de la población. El Cuadro 7 muestra que el déficit del sistema de seguridad social se ha mantenido alrededor del 2.5% del PIB en los últimos cuatro años, a pesar de la recuperación económica a partir de 1995.
Salario Real y Desigualdad del Ingreso
En términos de retrocesos sociales, la CEPAL muestra una marcada caída del salario real del 41% entre 1990 y 1996 (CEPAL, 1998, Cuadro A-1). Así, el salario mensual real de 1996 era el 58.6% de 1990 (ver Cuadro 7). Esto junto a una política de incentivos al trabajo y remuneraciones arbitraria, que sólo beneficia a un tercio de la población, ha aumentado la desigualdad en la distribución del ingreso, ha creado efectos perversos sobre los hábitos y la motivación al trabajo (CEPAL, 1998, p. 197) y sienta las bases materiales de mayores desigualdades sociales en el futuro al no brindar igualdad de oportunidades con todas sus contradicciones y tensiones. Como se dice popularmente en Cuba “ellos hacen como si me pagaran y yo hago como si trabajara.”
La CEPAL señala que a mediados de los años ochenta “se habían eliminado la pobreza y la indigencia tanto en las zonas urbanas como rurales” (CEPAL, 1998, p. 37). Es probable que se hubiera eliminado la indigencia; sin embargo, definitivamente no se eliminó la pobreza, ya que la situación actual de la población es de bajos ingresos aún en el contexto latino americano en el cual Cuba ocupa una de las más bajas posiciones de la región.
La CEPAL (2000b) muestra con un índice simple que la productividad media por trabajador cayó en un 15.3% entre 1989 y 1999 (ver Cuadro 7), o sea la causa subyacente de la reducción del salario real y del empobrecimiento. Asimismo, calcula un nivel de desempleo equivalente al 27.3% en 1996 (ver Cuadro 7), debido al desempleo abierto, la caída en productividad y la menor participación de la población en la PEA. Estos dos indicadores fundamentan la pobreza endémica de los cubanos y la dificultad de superar rápidamente la situación existente.
La viabilidad de la política social se facilitó por la singular y privilegiada relación que Cuba mantuvo con los países de la esfera socialista, en especial con la antigua URSS. Esa cooperación fue importante en los aspectos financieros, en el suministro de materiales y equipos, y en la asistencia técnica; también tuvo repercusiones significativas en aportar recursos que elevaron el bienestar de la población por arriba del que se disfruta en economías de similar y aun mayor nivel de ingreso. —CEPAL (1998, p. 359).
LA EVOLUCIÓN ECONÓMICA DE CUBA Y AMÉRICA LATINA EN LAS DÉCADAS DE LOS OCHENTA Y NOVENTA
Los países de América Latina y el Caribe mostraron una contracción del PIB real por habitante del 1% anual en 1981-1990. En cambio tuvieron una expansión del PIB real por habitante del 1.4% anual en 1991-1999 (ver Cuadro 9), debido al proceso de transformaciones institucionales y de políticas económicas para ser más competitivos internacionalmente e insertarse en la economía global, que en general les permitió no sólo recuperar sino también superar el nivel de gasto social real por habitante de principios de la década de los ochenta.
Por el contrario, Cuba mostró una expansión del PIB real por habitante del 2.8% anual en 1981-1990, la mayor de los países de área, cuando el país estuvo mayormente inmune a los efectos negativos de la segunda alza del precio del petróleo de 1979 y de la crisis de la deuda externa de la década de los ochenta, gracias a la masiva ayuda externa soviética. Sin embargo, Cuba experimentó una contracción del PIB por habitante real del 2.6% anual en 1991-1999, que sólo fue superada por la contracción de Haití que alcanzó al 3.1% anual en 1991-1999. La disminución del PIB por habitante de Cuba en la década de los noventa estuvo determinada porque afrontó simultáneamente los efectos del libre comercio internacional, pagar los precios internacionales del petróleo (en ausencia del subsidio soviético por el azúcar), la moratoria de la deuda externa declarada en 1986 y el recrudecimiento del embargo norteamericano, sin haber realizado significativas transformaciones en su ineficiente organización productiva e institucional.
Como muestra el Cuadro 7, e independientemente de la recuperación de la economía en los años 1995- 1999, Cuba no está efectuando la inversión fija bruta requerida ni tiene el ahorro nacional para alcanzar y mantener un crecimiento alto y sostenido en los próximos años, a fin de desarrollar nuevas actividades o añadirle valor agregado a las que desarrolla. La CEPAL (1998) reitera particularmente el deterioro de las instalaciones y el equipamiento vinculado con tres áreas básicas del gasto social: educación, salud y vivienda.
En resumen, las experiencias de Cuba y América Latina en las décadas de los ochenta y noventa, muestran claramente un fenómeno evidente: Cuando las economías crecen, y con ello se expande el PIB real por habitante, el gasto social real por habitante tiende a aumentar (por dos razones: aumenta el PIB y se puede expandir el gasto social con respecto al PIB) y cuando las economías se contraen el gasto social real por habitante tiende a disminuir. Por consiguiente, una forma de mejorar el IDH y lograr la expansión continua del gasto social real por habitante, es mantener un crecimiento alto y sostenido del PIB real por habitante. Esta ha sido la experiencia chilena a partir de 1984, país donde la estabilidad y el crecimiento económico han abierto posibilidades en términos de más puestos de trabajo y mejor remunerados para satisfacer el consumo de bienes y servicios y para mejorar la cobertura y la calidad de los servicios sociales que el Estado provee.
Russia is regularly dispensed a drug which never cures but keeps the patient in a vegetative state. And the drug habit is growing … The roughly $20 billion pumped into the Russian budget over the last decade have, in fact, had no positive effect whatsoever. —Boris Federov, “No More Help for Russia, Please” The Wall Street Journal Europe, June 8, 2000, p. 20.
UNA BREVE DISGRESIÓN SOBRE LAS IMPLICACIONES DE LA AUSENCIA DE LA AYUDA EXTERNA OFICIAL, EL EMBARGO NORTEAMERICANO Y LAS REMESAS FAMILIARES EN LA DÉCADA DE LOS NOVENTA
La CEPAL (1998) explica la contracción económica de Cuba en los noventa con base en dos factores negativos principales: (1) el embargo norteamericano y (2) la ausencia de financiamiento externo oficial. No obstante, también destaca el monto significativo de las remesas familiares y menciona la necesidad de que Cuba adopte medidas para restablecer el crecimiento económico. Como se comenta a continuación, la contracción económica de Cuba se debe a su política económica e institucional, y no a la ausencia de financiamiento externo oficial ni al embargo, el cual es compensado por las remesas familiares.
El embargo norteamericano, sin dudas, determina un costo y una pérdida del PIB real por habitante debido a los desvíos del comercio internacional, efecto que es similar a un aumento de los precios de petróleo. Sin embargo, en un momento que Cuba comercia y moviliza inversiones de todo el resto del mundo, no se puede atribuir la contracción económica del país al embargo norteamericano. Más importante que el costo del embargo es el de mantener la economía relativamente cerrada y con marcadas ineficiencias debido a una tasa de cambio artificial para la mayoría de las transacciones externas, asi como a otras marcadas distorsiones existentes (o sea el llamado “embargo interno”).
Cuba dejó de recibir financiamiento externo oficial en 1990, después de varios años de una ayuda masiva de la antigua URSS en términos de precios diferenciados muy favorables para el comercio exterior y de préstamos externos para el desarrollo en términos con alto contenido concesional, así como de declaración de moratoria de la deuda externa en 1986. Sin embargo, el desarrollo económico no lo determina fundamentalmente el financiamiento externo oficial, porque ello sería dependencia y no asistencia. Esta es una condición facilitadora, pero no es necesaria para el desarrollo. Así varios países, entre ellos Cuba y Rusia, han utilizado el financiamiento oficial inapropiadamente por largos períodos como lo prueban los resultados económicos logrados, aumentando el consumo o desarrollando inversiones no rentables.3 Por ello, la iniciativa de condonación de la deuda externa a los países pobres altamente endeudados (HIPC), se condiciona a que los países beneficiarios adopten medidas de transformaciones estructurales para superar los problemas fundamentales de desarrollo de forma que el nuevo financiamiento externo les permita realizar inversiones conducentes al desarrollo sostenible y a que puedan hacerle frente al nuevo servicio de la deuda externa, asi como que tengan programas sólidos de reducción de la pobreza; de lo contrario, se alientan comportamientos inapropiados. Cuba no califica en estos momentos para la ayuda externa oficial porque carece de un programa confiable de recuperación y transformación.
La ayuda externa soviética en forma de sobreprecios a las exportaciones de elevados volúmenes de azúcar y de bajos precios a las importaciones de elevados volúmenes de petróleo, determinó la llamada “enfermedad holandesa” para el país. Así, Cuba desarrolló una industria azucarera ineficiente, sobredimensionada y tecnológicamente obsoleta, mientras no desarrolló otros sectores con claras ventajas comparativas y se acostumbró a un consumo de petróleo excesivo, lo que ha contribuido significativamente a la ineficiencia global de la economía y de la cual el país aún no se ha recuperado. El Informe Meltzer señala varias formas en que la ayuda externa, aún la proveniente de los organismos financieros internacionales, suele hacer más daño que bien. En cambio, Chile utilizó apropiadamente la ayuda externa oficial en los años ochenta para realizar transformaciones económicas y sociales fundamentales, por lo que hoy día prácticamente no la requiere, o sea se “graduó” de ella.
Actualmente Cuba está recibiendo remesas familiares equivalentes a aproximadamente el 3% del PIB y que podrían significar cerca del 12% del PIB dependiendo de la tasa de cambio que se emplee para valorizar el PIB cubano:
En última instancia, el problema de la falta de desarrollo de la economía cubana se debe principalmente a su falta de competitividad internacional determinada por su ineficiente organización productiva e institucional y sus deficientes políticas económicas, y no al embargo y a la falta de acceso al financiamiento externo. Dado el bajo nivel del comercio internacional del país, el total de exportaciones e importaciones de bienes y servicios sólo alcanzan al 34% del PIB, la pérdida de ingreso determinada por la desviación del comercio internacional por el embargo es compensada por el elevado monto de las remesas familiares. Además, es difícil justificar la condonación total o parcial de la deuda externa y restablecer el financiamiento externo oficial, mientras Cuba no se haya comprometido con un programa serio, confiable y transparente de transformación de su economía para recuperarse, crecer y reinsertarse efectivamente en la economía global. Las autoridades cubanas aún no están conscientes de los beneficios del funcionamiento de los mercados y de la globalización en un mundo cada vez más interdependiente, como vehículos para impulsar el crecimiento y avanzar en la reducción de la pobreza endémica, si actúan proactivamente con seriedad y persistencia.
Yet progress can be achieved only if there is growth. —Grzegorz W. Kolodko, (2000, p. 7).
LOS DESAFÍOS DE LA MODERNIZACIÓN, LA SOSTENIBILIDAD DEL AUMENTO, Y LA EFICIENCIA INTERNA Y EXTERNA DEL GASTO SOCIAL PARA CUBA Y AMÉRICA LATINA
En la actualidad la región enfrenta una economía internacional muy dinámica, competitiva, y con muchas áreas poco reguladas, liderada por la economía norteamericana en un crecimiento sostenido sin precedentes y un marcado cambio tecnológico aplicado a la actividad económica, en un entorno con otros cambios estructurales y cualitativos importantes. Entre estos últimos destacan la reducción de la tasa de crecimiento demográfica, una expectativa de vida cada vez mayor, cambios en los métodos de adquisición, acumulación y difusión de conocimientos, en el desarrollo de nuevas medicinas, y de nuevas técnicas de aprendizaje y de resolver problemas. Por ello. los requerimientos de los gastos sociales son diferentes a los de hace una década.
Por ejemplo, Chile ha incorporado a los estudiantes de educación pública media a la internet y está haciendo ingentes esfuerzos por incorporar también a todos los estudiantes de educación pública básica a la internet antes del año 2006, captando así la imaginación y energía de los chilenos que consideran que el acceso a la información, la tecnología, el conocimiento y al desarrollo para actuar con ellos potencian mejor a los estudiantes. Además, Chile está modificando sustancialmente la duración de la jornada escolar, los currículos y las metodologías de enseñanza, en especial de ciencias (matemáticas, física, química y biología).
Hay un consenso que considera que es muy importante lograr y mantener altos niveles de gastos en los sectores sociales, debido a que la inversión en capital humano es muy rentable socialmente e indispensable para una apropiada inserción internacional y combatir la pobreza. La Cumbre Mundial para el Desarrollo Social de Copenhagen de marzo de 1995, sostuvo que sería posible alcanzar la meta de cobertura universal de los servicios sociales básicos en todos y cada uno de los países en desarrollo si destinaban un 20% de los presupuestos públicos a los servicios sociales básicos. La iniciativa considera que la entrega de estos servicios es una de las maneras más eficientes y costoefectivas de combatir las más extremas manifestaciones de la pobreza, y que se podría lograr el acceso universal a esos servicios en un plazo ambicioso, pero factible, mediante la reorientación de los recursos existentes, la movilización de nuevos recursos y el aumento de la eficacia en la entrega de servicios sociales básicos en función de costos, eficiencia y calidad.
Dado que los requerimientos de gastos sociales son significativos y mayores que los recursos disponibles, la región ha comenzado a prestar una creciente atención a la calidad de gestión orientada a resultados, a la eficiencia interna y externa de los gastos sociales en general y al costo efectividad de los gastos sociales en particular, o sea al porcentaje de aumento de los resultados específicos en relación con el porcentaje de aumento de los gastos sociales. Ello con el fin de racionalizar la asignación los recursos disponibles para que logren mayores resultados y respondan más flexible y apropiadamente al nuevo entorno.
Algunos países de la región, particularmente Chile, están reduciendo los gastos públicos directos en la inversión y mantenimiento en infraestructura de servicios públicos —tales como: energía eléctrica, gas, telefonía y telecomunicaciones, agua potable, alcantarillado, carreteras, aeropuertos, puertos, etc— mediante la privatización de estos servicios o mediante concesiones de los mismos, con el fin de liberar recursos públicos para canalizarlos a los sectores sociales, en especial para incorporar las nuevas tecnologías de la información. No obstante, como se indicó antes, en economías donde el porcentaje de los gastos sociales como proporción del PIB es ya elevado, la forma más expedita y sostenible de gastar más en lo social es expandiendo la economía y el PIB real por habitante. Por ello, la sostenibilidad de un mayor gasto social en el largo plazo depende fundamentalmente de un mayor producto por habitante.
También, la eficiencia externa o la relevancia efectiva respecto al entorno de los gastos sociales es muy importante; así en economías con elevados niveles de desempleo en ciertas profesiones u ocupaciones, se cuestionan la rentabilidad social de los gastos educativos en ellas. Por ejemplo, muchos universitarios y técnicos especializados en Cuba prefieren no ejercer sus profesiones porque están mal pagadas, muy reguladas y presentan superávits debido a la organización productiva e institucional del país, en cambio deciden ejercer otras actividades que están mejor pagadas y no están tan reguladas dada la organización vigente.
El aumento del gasto en educación en general depende en última instancia de si la economía está en expansión o no. En una economía en expansión, el gasto en educación es rentable, mientras que en una economía en contracción, el gasto educación puede considerarse excesivo. Sin embargo, en términos de las perspectivas de crecimiento de mediano y largo plazo de la economía cubana y de su reinserción a la economía internacional, es necesario mantener los gastos en educación a los niveles logrados anteriormente. De lo contrario se caería en el circulo vicioso de que porque la economía no crece no se justifica el gasto en educación, lo que contribuirá a que la economía no crezca en el futuro.
CONCLUSIONES Y CONSIDERACIONES FINALES (¿SE REQUIERE MÁS DE LO MISMO O ALGO DIFERENTE?)
El IDH de Cuba era de desarrollo humano alto y ocupaba la séptima posición de la región en 1987; en contraste en 1997, el IDH de Cuba era de desarrollo humano medio y ocupaba la duodécima posición de la región. En 1987 Cuba tenía la segunda esperanza de vida y la segunda tasa de alfabetización en la región. Los índices de resultados sociales de Cuba en 1997 habían descendido, pero todavía estaban entre los más elevados o medios de la región: la esperanza de vida era la tercera, la tasa de alfabetización de adultos era la sexta y la tasa bruta de matriculación era la décima. El PIB real por habitante que ya era bajo en 1987, ocupando la décimo tercera posición de 20 países de la región, ocupó la vigésima primera posición y sólo es mayor al de otros 5 países en 1997. Esta situación muestra la situación de empobrecimiento del cubano y establece dudas sobre la sustentabilidad de los logros sociales alcanzados.
El gasto social real por habitante de Cuba se redujo significativamente (12%) en la década de los noventa, asociado a la contracción económica que determinó que el PIB real por habitante sufriera una fuerte disminución (2.6% anual), la mayor de la región después de la de Haití. Por ello, la contracción de la economía cubana en la década de los noventa explica la totalidad del retroceso en el gasto social por habitante, el cual fue compensado parcialmente por el aumento en la proporción del gasto social en relación al PIB del 21.7% al 23.0%.
El crecimiento económico en los años noventa explica el 71% y el 54% del aumento del gasto social por habitante registrado en los países de la región con niveles altos y medio-altos de gasto social por habitante, respectivamente.
A una tasa de cambio ponderada realista (US$1=CU$4), los gastos sociales reales por habitante de Cuba pasan de niveles medio-altos en América Latina (ligeramente inferiores a los Costa Rica, Chile y Panamá) a niveles bajos (similares a los de El Salvador, Paraguay, Bolivia y República Dominicana) y en cualquier caso están por debajo del promedio de la región. Esto concuerda conque el producto real por habitante de Cuba, medido por la paridad del poder adquisitivo, es bajo en la región; la marcada contracción del número de estudiantes matriculados en educación secundaria y terciaria en 1990-1996, así como los modestos gastos en vivienda y servicios comunales, en reparación y mantenimiento de servicios sanitarios (agua potable y alcantarillado) y de servicios urbanos (recogida de desechos, control de plagas y limpieza de calles) en la década de los noventa.
Posiblemente los índices de resultados sociales altos y medios de Cuba reflejen los altos niveles de gastos sociales del país en la década de los ochenta y no la eficiencia del nivel de gastos sociales que realiza en la actualidad. Además, como señala la CEPAL (1998), dichos resultados reflejan un uso más intenso de las instalaciones y del equipamiento existentes, situación que no es realista ni deseable y que es insostenible en el largo plazo.
Es muy probable que en el futuro el IDH y el nivel de gasto social real por habitante de Cuba continúen disminuyendo su posición relativa en la región, al menos mientras el país no recupere su crecimiento económico y supere su autoinfligido estrangulamiento externo. Al respecto, Cuba requiere un proceso de crecimiento alto y sostenible que permita expandir y mejorar la calidad de los servicios sociales básicos y los ingresos de la población para así mejorar el nivel y la calidad de vida, superar la pobreza endémica y brindar mayor igualdad de oportunidades a los ciudadanos. Adicionalmente, es imprescindible que Cuba modernice los gastos sociales en esta época de rápido cambio tecnológico mundial, en especial los referentes a instalaciones y equipamiento en tres áreas sociales básicas (educación, salud y vivienda) que influyen decisivamente en el nivel y la calidad de vida de los ciudadanos.
Los sectores sociales de Cuba presentan un conjunto de problemas y debilidades importantes que requieren ajustes mayores o reformas en las políticas sociales, entre los cuales se destacan los siguientes:
• El gasto real en educación por habitante se redujo marcadamente (un 29%) en 1990-1999, habiéndose reducido la matrícula en educación media y terciaria en un 27% y un 57%, respectivamente en 1989-1997. Se detuvo la expansión de la educación preescolar, hay carencia de materiales y útiles que afectan la calidad de los servicios prestados y el equipamiento y laboratorios no se reponen ni actualizan.
• El gasto real en salud por habitante aumentó un 4% en 1990-1999 en parte porque el sector ha sido capaz de financiar directamente sus necesidades de divisas. Los componentes de recursos humanos e infraestructura hospitalaria continuaron aumentando, mientras que los gastos en medicinas y equipamiento se redujeron, lo que plantea un problema de distorsiones y proporciones óptimas de factores para brindar los servicios requeridos a la población.
• El gasto real en vivienda y servicios comunales por habitante es muy bajo (CU$59 en 1999) y enfrenta un abultado y creciente déficit habitacional acumulado por años, de aproximadamente un millón de viviendas, así como deterioradas condiciones sanitarias (mantenimiento, reparación e inversión en acueductos y alcantarillados) y servicios urbanos (recolección de desechos, limpieza de calles y control de plagas) con sus serias implicaciones para la salud.
• El gasto en seguridad social real por habitante disminuyó en un 4% en 1990-1999, cubriendo más personas aunque con menor ingreso real por jubilado. El sistema de seguridad social presenta un déficit del orden del 2.5% del PIB por su generosidad y porque se ha empleado como instrumento compensatorio para enfrentar la crisis económica de los noventa.
• Los ingresos reales por habitante sufrieron un severo retroceso en los años noventa, ya que el salario real promedio se redujo en un 41% en el período 1990-1996. Un índice simple de productividad media por empleado mostró una reducción del 15.3% en 1989-1999, la causa subyacente del empobrecimiento y la caída del ingreso real.
• La desigualdad en la distribución del ingreso de Cuba debe haber aumentado marcadamente en la década de los noventa, porque sólo cerca de un tercio de la población tiene acceso a los empleos mejor remunerados, asociados a las actividades de los bienes transables, y a los ingresos de las remesas del exterior.
• Adicionalmente a los problemas señalados de los sectores sociales, la modernización, la sostenibilidad del aumento, y la mejoría de la eficiencia interna y externa de los gastos sociales presentan marcados desafíos a las autoridades cubanas para enfrentar un mundo con importantes cambios tecnológicos y demográficos. Cuba está acumulando una importante deuda social. Es necesario superar la inmediatez, la rigidez, la reacción y los falsos dilemas. Se requiere algo diferente, ser más proactivos y no seguir brindando más de lo mismo.
BIBLIOGRAFIA
FOOTNOTES
1. Las opiniones expresadas son de la exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan sus vínculos institucionales. Se dedica este ensayo a Félix Antonio Bonne Carcassés, René Gómez Manzano, Vladimiro Roca Antúnez y Marta Beatriz Roque Cabello, autores de La Patria es de Todos, quienes fueron encarcelados en junio de 1997 y condenados por el “delito de opinión.” Todavía Vladimiro Roca permanece en prisión, mientras sus colegas están en libertad provisional.
2. Según una misión de la American Association for World Health que recorrió hospitales y centros de salud cubanos en 1997, Cuba sólo tuvo acceso a 889 de los 1,297 medicamentos considerados imprescindibles. El Mercurio, 28 de junio de 2000, p.10.
3. El reciente Informe Meltzer es muy crítico de ciertas formas de financiamiento externo oficial que no sólo han brindado malos préstamos sino que los han continuado ante malas políticas, fortaleciendo el argumento del riesgo moral. O sea, brindar ayuda sin transformaciones significativas alienta conducta inapropiadas.
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