Las relaciones Cuba-Estados Unidos han estado presente en el discurso político de los cubanos, desde mucho antes de alcanzar la independencia de España. Por las más diversas y contradictorias razones— omisión o injerencia—los cubanos han responsabilizado al poderoso vecino geográfico, con los desaciertos y errores que han cometido como gobernantes y gobernados. En buen cubano diríamos que los Estados Unidos han sido, daltónicamente, el totí1 histórico de la política cubana.
Desde enero de 1959 hasta la fecha, las acusaciones se han hecho cada vez más violentas y delirantes. En la Isla, con la misma enérgica vehemencia conque se condena la política injerencista estadounidense, se exige imperativamente a los Estados Unidos ser su socio comercial. En el exilio, a la vez que se reconocen los beneficios del Plan de Ajuste Cubano, se lamenta la falta de fuertes acciones militares, económicas y políticas ante el gobierno de La Habana, y alternativamente, se es cubano-americano o americano de origen cubano, según se presenten las circunstancias.
La falta de análisis crítico de los cubanos de sus propias acciones políticas, de sus errores económicos y sus fracasos sociales, que han llevado a la nación cubana a la situación actual, se trata de encubrir con arengas y monsergas paralizantes en las que se repite la culpabilidad de los yanquis, en uno u otro sentido, y se apela al sacrificio individual en aras del beneficio colectivo, ya sea la libreta de racionamiento o la necesidad de rechazar la ayuda familiar desde el exterior y apoyar el embargo comercial. En aras de un futuro planteado en términos humanamente imposibles de alcanzar, ya sea el comunismo redentor o la conversión de la sociedad de proletarios en propietarios. Además, el sacrificio exigido debe transitar al futuro por la muerte o los derramamientos de sangre de una inevitable confrontación civil.
Tales enfoques son el soporte del círculo vicioso en el que se encuentra la sociedad cubana presente, y son las disyuntivas políticas que se le han estado presentando al pueblo cubano. Los gritos de los extremos de la política cubana, no han dejado oir otras voces que, obviamente, enfocan la cuestión desde una perspectiva más sensata, acorde con los cambios políticos, económicos y sociales posteriores a la desestructuración del socialismo en Europa del este, el fin de la guerra fría y de la correlación de fuerzas en el ámbito internacional.
El 28 de enero de 1997, cumpliendo con un requerimiento de la Ley Helms-Burton, bajo el sello del Presidente de los Estados Unidos, William J. Clinton, se dió a conocer el documento Apoyo para una Transición Democrática en Cuba. Desde el principio, este documento adquirió independencia de la Ley que lo patrocinó por el punto de equilibrio que logra en el análisis de la problemática cubana. No es un documento programático, es un documento para pensar en soluciones. Quizás el mérito esté en que da esperanza de futuro a una salida civilizada a la actual crisis, reconociendo el papel protagónico a los casi once millones de cubanos que residen en la Isla y participación activa en la recuperación económica y social de su país, a los cubanos que viven en el extranjero.
Dicho documento ha provocado airadas reacciones críticas de parte de los cubanos, unas dirigidas al injerencismo plattista norteamericano en las cuestiones internas de Cuba. Otras, ponen en duda su validez porque en los Estados Unidos cuando se hace una propuesta de Ley para otorgar ayuda económica a otro país, se adjunta un protocolo en el que se describe hasta el más mínimo detalle, los gastos y la relación costo-beneficio, y este documento no tiene ese anexo. (sic).
La reacción al documento, externamente contradictoria, pero reflejo de la relación amor-odio que tienen los cubanos con los americanos, me hizo reflexionar sobre la estructura y los diferentes tópicos que se abordan en él. Reflexiones que se enriquecieron con la lectura de otro documento elaborado por el Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna Cubana: Cuba: Una propuesta sensata. Plataforma de Trabajo para la Transición. Los resultados de esas reflexiones son los que presento a la consideración de los lectores.
¿A QUE DEMOCRACIA ASPIRAMOS LOS CUBANOS?
Hay consenso en la necesidad de cambios de la realidad cubana hacia formas democráticas de gobierno que garanticen y respeten la libertades civiles y políticas de los ciudadanos, y estimulen el desarrollo económico y la prosperidad de la nación. Pero, la historia de Cuba nos muestra que los cubanos no hemos sido practicantes del principio básico de toda democracia: el balance entre el derecho a gobernar de la mayoría y el respeto al derecho a la oposición de la minoría.
La vida política republicana se ha caracterizado por el uso de la violencia para acceder o mantenerse en el poder, para dominar y someter a la minoría que no piense como los que gobiernan. Tampoco los cubanos han sido escrupulosos en la administración de los fondos públicos. La eficiencia en la administración del erario es el gran reto para cualquier gobierno democrático, porque en las sociedades abiertas, es lo que permite garantizar el desenvolvimiento de las inversiones económicas, el incremento del nivel de vida de la población y el desarrollo de programas sociales en el marco de las instituciones democráticas.
Los cubanos hemos usado y justificado el uso de la violencia política en nombre de la democracia y la restauración de las libertades a través de toda su historia. No hemos aprendido la lección de que las revoluciones y los cambios violentos nunca han traído democracia, porque rompen de manera abrupta las estructuras y los valores de las instituciones de la sociedad civil, destruyen la confianza de los individuos en las formas pacíficas de gobierno y facilitan el acceso al poder de personas, que de otra manera, no hubieran ascendido en la escala social. Ninguna revolución se ha desarrollado dentro de los marcos de la ética y la moral. La revolución cubana no es la excepción.
El primer intento cubano de autogobierno terminó en 1906 con la segunda intervención de los Estados Unidos, a solicitud del primer presidente elegido democráticamente por el pueblo. Después de tres presidentes controversiales, el quinto presidente electo, Gerardo Machado, devino en un dictador que fue derrocado por la violencia. La experiencia de la Revolución del 30, debió de ser suficiente para que los cubanos no optáramos nunca más por ese tipo de solución política.
Sin embargo, tras el breve período en que se elaboró y aprobó la Constitución de 1940, por una asamblea en la que estuvieron presentes representantes de todas las tendencias políticas existentes en el país, no fue posible contener la tradición de violencia política como manera de resolver las divergencias entre gobierno y gobernados. En 1952, Fulgencio Batista, el primer presidente que fue elegido (1940-1944), bajo los principios de la Constitución del 40, dió un golpe militar inconstitucional, al que también se le respondió con mayor violencia política.
La revolución de 1959, amplió las pulsiones de violencia política de los cubanos más allá de las fronteras nacionales. Primero, las luchas fueron entre los propios cubanos y trajo como consecuencia una diáspora de alrededor de un millón de personas, que en los albores del siglo XXI, con independencia de la edad, sexo, condición social, incluso de activismo político, están sancionadas a salida definitiva del país y a engorrosos y vigilados trámites de regreso temporal a su propio país, si no quieren seguir las normas de voluntarismo de un gobierno que accedió al poder por la vía violenta y que ha perpetuado a una persona como máximo-líder-dirigente de la nación por casi cuarenta años.
Paulatinamente, ese voluntarismo político para consolidarse en el poder, siguió un esquema militarista que ha involucrado a gran parte de la población civil, e intentó llevar la idea de la guerra perpetua hasta otros países de América Latina, Africa y Asia.
Esta experiencia militarista de las tres últimas décadas, ha sido vivida de manera diferente por los cubanos de la Isla y los de la diáspora. En la diáspora, la militarización de la sociedad cubana ha sido causa, entre otras razones, para el desplazamiento geográfico y es uno de los referentes por los que se está en contra de. La han vivido como espectadores y ha estado enmarcada entre los avatares de la vida cotidiana bajo estructuras de instituciones democráticas en una sociedad abierta, que les ha garantizado el desarrollo personal.
En la Isla, esta manera de gobernar enajenó el trabajo como medio de vida y trajo la consecuente depauperación de las condiciones de vida de la población. El militarismo totalitarista al que han estado sometidos, hasta cierto punto ha vacunado a los cubanos, contra la violencia política como vía de cambio. Es un hecho que la mayoría de los ciudadanos cubanos mayores de 16 años, que hayan residido en el territorio nacional posterior al triunfo de la revolución, tienen algún tipo de instrucción militar. También es un hecho, que la inconformidad y la desconfianza con el gobierno han ido aumentado progresivamente durante todos estos años. Si en la Isla no han habido más acciones de violencia para lograr cambios políticos, no ha sido por falta de entrenamiento ni de acceso a las armas. Tampoco por fidelidad al socialismo y a Fidel Castro.
De una parte, los cubanos están hartos de los proyectos de cambio donde las metas de libertad, democracia y prosperidad estén por alcanzar a través de acciones de sangre y violencia. Porque esas guerras necesarias han llevado a la nación cubana a la situación actual. En otro sentido, hasta ahora no ha habido una propuesta de futuro real sin transitar por interminables rendiciones de cuenta. En otras palabras, la mayoría de los cubanos en la Isla quieren cambios que conlleven los ajustes políticos y socio económicos, que permitan la normalización de la vida en el país a través de acciones civilizadas.
Si tenemos en cuenta que la población residente en Cuba que tiene entre 16 y 59 años de edad,2 sólo ha ejercido sus derechos laborales y electorales bajo el socialismo, y representan el 63 por ciento de la población con derecho al voto, podemos comprender por qué los discursos basados en la recuperación del pasado, han perdido receptividad y capacidad movilizativa. En nombre de ese pasado, demonizado o evangelizado, según el orador, a la población cubana menor de 60 años, se les secuestró el presente y se les suprimió la posibilidad de proyectar el futuro, individual y nacional.
Desde mi punto de vista, el documento del Presidente de los Estados Unidos, propone a los cubanos, pensar soluciones alternativas a la violencia; así como, la necesidad de atemperarse a la realidad política contemporánea y enfocar el problema a través de transaciones políticas. En este documento la administración vigente del amigo-enemigo histórico de los cubanos, hace un llamado a la cordura política, y expresa sus puntos de vista sobre las posibilidades de futuro en una Cuba democrática.
En una tónica muy parecida, el Grupo de Trabajo para la Disidencia Interna, sin tener acceso al texto completo del documento citado, coincide con el planteamiento clave—el cambio en Cuba tiene que ser realizado por los cubanos: “la autodeterminación del pueblo cubano es un derecho soberano y nacional de los ciudadanos de Cuba que debe ejercerse libre de toda interferencia por parte de gobiernos de otros países… el momento, la naturaleza y el rumbo de la transición en la Isla tienen que ser determinados por el propio pueblo de Cuba.”3
¿NEGOCIACION? ¿CON QUIEN Y QUE?
El camino cubano hacia la democracia no puede ser a través de un cambio violento, porque no traería democracia, sino todo lo contrario, haría al país social y políticamente ingobernable, profundizando la situación de caos existente y, precisamente, de lo que se trata es de acabar con el caos en el que hoy se encuentra la sociedad cubana.
Existe consenso en que la salida a la crisis cubana es la negociación. El problema está en quiénes son los que tienen que negociar y qué es lo que habría que negociar. La respuesta más sensata, que cae por su peso: son los propios cubanos los que tienen que negociar sus discrepancias y desacuerdos, porque, en buena lid, son los principales y únicos responsables de los destinos de Cuba.
Para los Estados Unidos, Cuba es un país más de Latinoamérica, cuyos ciudadanos han constuído una fuerte corriente migratoria por razones de desestabilización económica, política y social de su país, como consencuencia de una revolución socialista, que rompió el área de influencia política en el continente, en medio de la guerra fría. Para las administraciones estadounidenses, la idea de negociar el problema cubano no es nueva ni ha sido excluyente de otras acciones durante todos estos años. Siempre ha estado en las agendas como un asunto de relaciones exteriores de la nación americana. La posibilidad de negociación se ha considerado, más o menos, según las variaciones que se han presentado en el contexto político internacional, en especial en relación con América Latina.
Por ejemplo, en mayo de 1980, en la ciudad de Santa Fe, antes de las elecciones presidenciales de noviembre, los asesores en materia de política exterior del que fue electo Presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, redactaron un documento, A New Inter- American Policy for the Eighties,4 en el que se hacía énfasis en la necesidad de limitar la influencia soviética en la región. Analizaban los fracasos de la política respecto a Cuba del Presidente saliente, James Carter, y proponían centrar la atención en el diferendo USAURSS.
En el momento en que se redactó ese documento, en Nicaragua los sandinistas habían ascendido al poder, Jamaica, Granada y Panamá eran fuertes aliados políticos de Fidel Castro. Otros países del Caribe mostraban simpatías por la revolución cubana y establecían vínculos comerciales con Cuba, que intentaba aprovechar la coyuntura para expandir su influencia política en la región. En el orden interno, el gobierno cubano, después de la fallida zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar, había iniciado la institucionalización del país bajo el esquema de los países socialistas de Europa del Este. A la vez que admitía a los representantes de la Comunidad Cubana residente en el exterior, principalmente en Estados Unidos. Se había celebrado el I Congreso del Partido Coumnista, los militares cubanos estaban participando en las guerras de Angola y Etiopía, y estaba en pleno apogeo el éxodo de Mariel.
Unos meses antes de concluir el período presidencial de Ronald Reagan, en agosto de 1988, en la misma ciudad de Santa Fe, el mismo grupo de asesores, excepto L. Tambs, redactó otro documento: Santa Fe II: A Strategy for Latin America in the Nineties.5 En este documento se hicieron tres propuestas sobre la política a seguir con Cuba:6
• Propuesta número 8: Estados Unidos debe sostener conversaciones de alto nivel con la Unión Soviética, con el objetivo de obtener la retirada militar soviética de Cuba.
• Propuesta número 9: En cuanto estas conversaciones alcancen una conclusión, o al menos arriben a una etapa promisoria, Estados Unidos debe iniciar conversaciones con (Fidel) Castro o su sucesor, a fin de estar preparados para una Cuba post-Castro.
• Propuesta número 10: Puesto que el castrismo está acabado, en bancarrota y ha fracasado como un modelo para el desarrollo y la libertad, Estados Unidos debe expandir las transmisiones de sus medios de comunicación hacia Cuba como un medio de educación cívica para crear un régimen democrático. Tan pronto como sea posible se deberá poner al aire la Televisión Martí, con programas diseñados para enseñar los elementos de la cultura democrática.
Los principales argumentos en los que los asesores basaron sus propuestas fueron:
• Hacia fines de siglo, Castro estará próximo a sus 75 años de edad. La próxima administración [de Estados Unidos], debe estar preparada para la futura crisis “porfirista” en Cuba, que bien puede ocurrir durante su mandato.
• En el frente doméstico, la intención de Castro de crear una revolución permanente de estilo stalinista fracasó claramente. La economía continúa dando tumbos a medida que se va quedando más y más rezagada.
• A diferencia de las otras economías dirigidas del Este, el líder cubano impide todo indicio de verdadera reforma. Hablar de la perestroika—y mucho menos del glasnost—está estrictamente limitado dentro de Cuba.
• La oposición interna está creciendo dentro de Cuba. Radio Martí ha resquebrajado con éxito el monopolio de Castro sobre la información y la propaganda.
• Los activistas de derechos humanos, antes totalmente desconocidos, han logrado dirigir, por primera vez, la atención del mundo hacia el deplorable récord que el régimen tiene en ese frente.
• Los militares están cada vez más inquietos debido a sus pérdidas en Angola.
• El régimen está cada vez más a la defensiva, y esa actitud continúa aumentando al costo de su aventurerismo en el extranjero sin un beneficio patente en favor del pueblo cubano.
• El futuro bajo Castro, según él mismo lo ha admitido, es igualmente sombrío.
Los asesores de Reagan afirmaron que el fracaso total de Castro, del que sólo se tenía en ese momento, una vaga comprensión fuera de Cuba, era el hecho fundamental y relevante que la nueva administración de Estados Unidos debía tener en cuenta en la elaboración de un nuevo enfoque hacia esta isla esencial (sic).
Añadieron:
Estados Unidos debe estar preparado para conversar con los detentadores claves del poder, especialmente los militares cubanos que han pagado lealmente un precio muy alto por las ambiciones globales de Castro… La nueva administración debe re-pensar su enfoque total respecto a la alianza soviético-cubana.
La nueva administración debe tomar la iniciativa en cuanto al futuro del régimen cubano. Es de vital importancia que se inicien conversaciones de largo alcance mientras Castro mantenga aún su control. Estados Unidos debe evidenciar su deseo de normalizar rápidamente sus relaciones con una Cuba desovietizada, una normalización que incluiría el levantamiento del embargo comercial. Las conversaciones serían incondicionales, directas y al más alto nivel, sin la participación de intermediarios cuestionables.
El objetivo es restaurar a Cuba como un miembro libre e independiente de la comunidad internacional y, en particular, del hemisferio occidental, para que finalmente concluyan los treinta años de guerra entre cubanos y estadounidenses.7
Para esa fecha el ámbito político internacional era diferente al de 1980, se había realizado la cumbre de Reykjavik entre Reagan y Gorbachev y habían comenzado los cambios políticos y económicos en Europa del Este que desestructuraron el campo socialista, especialmente el tratado militar del Pacto de Varsovia. En América, Jamaica, Granada y Panamá ya no eran aliados del gobierno cubano y la revolución sandinista apuntaba a ser derrotada a través de las urnas.
En Cuba había aumentado la audiencia de las trasmisiones de Radio Martí, las guerras de Angola y Etiopía estaban finalizando, dejando una mala memoria entre la jerarquía militar cubana. Se cerraban breves pero exitosas modalidades de libre mercado que habían dado a la población una cierta esperanza de mejora de sus condiciones de vida. Después del III Congreso del Partido Comunista, se había convocado a un delirante proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, mediante el cual, el gobierno cubano con Fidel Castro a la cabeza, continuaba destrozando, minuciosa y eficazmente, el más mínimo rastro de racionalidad económica. Fue la época cuando el máximo líder intentó ordenar a los científicos cubanos reinventaran una “vaca doméstica,” es decir, la chiva, y se le ocurrió la idea de que la población criara pollitos para el autoconsumo en azoteas, balcones y bañeras, y se comenzó a hablar del período especial para la guerra en tiempo de paz.
De entonces acá, han ocurrido una serie de hechos que han hecho, cada vez más evidente para la opinión pública nacional e internacional, el fracaso total y la crisis del gobierno de Castro, entre otros:
• El silencioso encausamiento militar a más de dos mil oficiales del Ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR) por perestroikos que terminó con la prisión de una parte de ellos y la separación de todos de las filas del ejército cubano.
• La causa No. 1 en julio de 1989, que culminó con los fusilamientos del General Arnaldo Ochoa y el Coronel Antonio de la Guardia junto a otros dos oficiales del MINFAR y del Ministerio del Interior (MININT) y las condenas a varios oficiales de alta graduación.
• La detención, enjuiciamiento y posterior muerte en la cárcel del entonces Ministro del Interior, General José Abrahantes.
• La desestructuración del MININT y su intervención por oficiales del MINFAR.
• Carlos Aldana, el ideólogo del partido comunista, quien dirigió las conversaciones internacionales para la terminación de la guerra de Angola, jugó un papel importante en la proyección y análisis de los planteamientos que hizo la población cuando se convocó el IV Congreso del Partido Comunista, y orientó acciones contra la disidencia interna, especialmente contra algunos intelectuales (el caso más sonado fue el de María Elena Cruz Varela), fue separado de sus cargos bajo la acusación de poseer una tarjeta de crédito que no había usado.
• Ricardo Alarcón, el diplomático de carrera más conocido popularmente, dentro y fuera de las filas del partido comunista, con mayor experiencia acumulada en la esfera de las relaciones internacionales, en particular con Estados Unidos, cesó en sus funciones de canciller para ocupar la presidencia del órgano parlamentario cubano, por decisión del máximo líder. El cargo de canciller lo ocupó Roberto Robaina, cuya experiencia y conocimientos sobre política internacional era obviamente nula.
• Las sanciones a los militantes del partido por cuestiones ideológicas y el rechazo de los jóvenes a pertenecer a las filas de la organización juvenil comunista, se incrementaron.
• La disidencia y la oposición abierta crecen cada día más y están dando evidencias de su presencia dentro de Cuba. El aparato represivo tiene la moral resquebrajada, salvo en los casos de disidentes y opositores muy conocidos, ya no puede funcionar como sistema porque no puede identificar al enemigo.
• Se restringieron los contactos que tenían intelectuales y académicos oficiales con instituciones académicas y culturales extranjeras, especialmente de Estados Unidos. Por ejemplo, la desintegración del equipo de trabajo del Centro de Estudios de América (CEA), cuyos investigadores estaban autorizados a mantener intercambio personal con homólogos en el extranjero.
• Los militares, que son la base real de la permanencia en el poder de Fidel Castro, están siendo presionados y enfrentados por sus familias, en particular por sus hijos, a una realidad sin salida en la que ellos están contra la espada y la pared.
La movilidad de los cuadros en las estructuras del aparato político-militar cubano durante los últimos años, puede ser indicador (entre otros) de que Fidel Castro está interesado en que no se personalice a posibles negociadores de la transición democrática. En otras palabras, en el aparato de gobierno ha habido personas que han dado algún indicio de estar interesados en hallar soluciones pacíficas y racionales a la situación del país; pero, de un lado, la perspicacia del aparato político represor del gobierno cubano, y del otro, las suspicacias de las organizaciones opositoras del exilio, han hecho posible que Castro haya mantenido el juego que tanto le conviene a sus afanes de poder: lograr la incomunicación y la atomización del pensamiento político entre los cubanos.
Recientemente, Alexander M. Haig Jr., General retirado del Ejército de Estados Unidos y ex Secretario de Estado, afirmó a Gil Dorland en una entrevista para The Miami Herald: “Castro es irrelevante. De hecho, está políticamente muerto. No es cuestión si se va o no, sino de cuándo lo hará.”8
Desde mi punto de vista, antes de hablar de las particularidades de cómo sería la ayuda monetaria internacional a una transición democrática en Cuba, habría que plantear el tema de la negociación de la cuestión cubana en dos planos, uno nacional y otro internacional.
En el plano internacional se ha dirigido la discusión sobre el sí o no al embargo comercial, la Ley Torricelli y, últimamente, a la Ley Helms-Burton. Ese es un punto muy específico que se debería tratar como lo que es: un asunto de relaciones políticas internacionales entre dos países. Sobre el cual, cada cubano puede tener su opinión al respecto. Ese no es el eje del asunto que los ciudadanos cubanos tenemos que negociar con el actual gobierno de la nación.
El gobierno de Cuba no tiene por qué utilizar como pretexto una legislación extranjera, para coactar los derechos ciudadanos al pueblo cubano, y actuar fuera de las normas civilizadas que reconoce el estado de derecho. En el plano nacional, la discusión debe centrarse en:
• Amnistía general para todos los presos de conciencia y por razones políticas.
• Eliminación del concepto “delitos de conciencia” y de ambigüedades tales como “propaganda enemiga” del código penal cubano.
• Restauración de los derechos civiles y las libertades políticas a todos los cubanos sin distinción de sexo, raza, creencia religiosa, filiación política o de cualquier otra índole.
A MODO DE CONCLUSION
Al margen de cualquier otra posible consideración, propongo:
1. La violencia política no es la salida a la crisis de la sociedad cubana actual.
2. La negociación política debe ser entre los cubanos y centrar la discusión en: (a) amnistía para los presos políticos y de conciencia; y (b) incluir a todos los cubanos en un amplio diálogo nacional sobre la salida a la actual crisis de la sociedad cubana.
3. Hay que llamar la atención internacional sobre la ausencia de derechos civiles y libertades políticas del pueblo cubano, al margen de cualquier diferendo del gobierno de Cuba con los Estados Unidos.
FOOTNOTES
1. El totí es un pequeño pájaro negro que gusta comer el arroz de los sembrados. En el refranero popular se dice: “Todos los pájaros comen arroz, pero el totí es el que tiene la culpa.”
2. Los que ahora tienen 16 años nacieron en 1981 y aprendieron a leer cuando se estaba debatiendo sobre la perestroika, la glasnost y el derrumbe del campo socialista. Los que ahora tienen 59 años, en las elecciones de 1958 no tenían edad para votar, y los que participaron en la lucha contra Batista, lo hicieron en edades de la adolescencia tardía y la juventud temprana.
3. Presidente de los Estados Unidos, William J. Clinton, Apoyo para una Transición Democrática en Cuba (Washington, 1997), p. 3.
4. A New Inter-American Policy for the Eighties, ed. Lewis Tambs, foreword by Ronald F. Docksai (Committee of Santa Fe for the Council for Inter-American Security, Inc., May 1980). [Committee of Santa Fe: Lewis Tambs, L. Francis Bouchey, Roger N. Fontaine, Ph.D., Ambassador David C. Jordan y Lt. General Gordon Summer, Jr.]
5. Santa Fe II: A Strategy for Latin America in the Nineties, edited by L. Francis Bouchey et al (Committtee of Santa Fe, August 1988). [Roger N. Fontaine, Ph.D., Ambassador David C. Jordan y Lt. General Gordon Summer, Jr.]
6. Santa Fe II: A Strategy for Latin America in the Nineties, pp. 35-37.
7. Cabrera, Enriqueta, Respuestas a Santa Fe II (México: Publicaciones Mexicanas, S.C.L., 1989), pp. 214-216.
8. Dorland, Gil, “Al Haig on Latin America,” The Miami Herald (June 22, 1997), pp. L1, L6.
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