Es un honor para mí tener la oportunidad de reunirme con ustedes aquí en esta hermosa ciudad de Miami, para compartir ideas en torno a los avances de la agricultura de nuestros países y exponerles mi visión sobre el futuro de ésta en el Caribe. Recuerdo que cuando aún no se hablaba de globalización o de integración regional, Miami se perfilaba como un lugar de encuentro de la cultura, el comercio, las finanzas y los sueños de muchos de nuestros conciudadanos que dejan sus tierras de origen en busca de oportunidades.
Permítanme agradecerles a los organizadores de este evento la amable invitación que nos hicieron para participar en el mismo, y tener la ocasión de presentarles mi experiencia en materia de desarrollo, y hablarles de las perspectivas de la agricultura en el Caribe.
EL CARIBE: POBLACIÓN Y CULTURA
La región del Caribe está conformada por 32 Estados y posesiones de ultramar de las potencias que colonizaron esta parte del mundo en los umbrales del siglo XVI. Su población se estima en 33.6 millones de habitantes, de los cuales alrededor de 29 millones corresponden a cinco países con más de un millón de personas: Cuba, República Dominicana (R.D.), Haití, Jamaica y Trinidad y Tobago. Es bueno significar que de la población total del Caribe, Cuba y R.D. tienen el 60%.
La posición geográfica que ocupa la región la convierte en privilegiada desde la perspectiva del comercio internacional. No sólo por su cercanía a uno de los principales mercados del mundo como lo es Estados Unidos, sino por su localización estratégica para el tráfico del comercio entre los océanos Pacífico y Atlántico.
Cuba y República Dominicana: Una misma geografía
No cabe duda que de todos los países en el área, Cuba y República Dominicana son las naciones que presentan mayor grado de similitud. Son las de mayor territorio y población, y fueron los países donde la cultura española se asentó con mayor fuerza, dejando no sólo sus huellas arquitectónicas, sino también una profunda influencia de la cultura latina.
En lo que respecta al clima y a la biodiversidad, ambas naciones son muy similares. Esta similitud se observa no sólo en la belleza de sus playas y su caliente sol, sino en la riqueza genética de su flora y de su fauna. El relieve topográfico de ambas islas es de una gran complejidad y diversidad, compuesto por montañas, llanuras y alturas de las cuales sobresalen el Pico Real del Turquino en Cuba, con 1,972 metros de altura, y el Pico Duarte en la República Dominicana con 3,175 metros de altura, el más alto de las Antillas. Basta analizar los regímenes de lluvias, vientos, distribución de temperaturas, divisiones ecológicas y su patrón de cultivos, para hacernos pensar que nos encontramos en la continuación de un territorio que alguna vez perteneció a la misma porción terrestre.
Cuba y R.D. presentan sistemas de producción agrícola muy parecidos, basados en los cultivos de caña de azúcar, tabaco, café, cacao, arroz, vegetales, flores y frutas tropicales. Es evidente que ambas naciones pueden emprender acciones de desarrollo de manera conjuntas, así como extrapolar experiencias sin verse expuestas a grandes costos de ajuste, para garantizar su éxito.
LA ECONOMÍA DEL CARIBE
El sistema de producción organizado en el Caribe desde sus inicios, respondió fundamentalmente a los objetivos económicos de determinados países más que a una estrategia de desarrollo local. El primer ingenio azucarero en el nuevo mundo fue establecido en el año 1516, en la República Dominicana. Antes de finalizar el siglo XVI, Cuba, Jamaica, Puerto Rico y otras de las Antillas Mayores también estaban integradas a la producción de azúcar, todas bajo el control de España. En el curso del siglo siguiente Gran Bretaña, Holanda, Francia y Dinamarca también se integraron a la producción de azúcar en las Pequeñas Antillas. Y fue tanta la significación del Caribe en la producción de azúcar para Europa, que el eminente economista inglés Adams Smith, en su clásico libro Las Riquezas de las Naciones, se refería a esta región como “nuestras colonias del azúcar o islas del azúcar,” de la misma manera que se refería a Maryland y Virginia en los Estados Unidos, como “nuestras provincias del tabaco.”
Se puede afirmar que las sociedades del Caribe, en cuanto a su organización económica, social, política y crecimiento demográfico, fueron notablemente diferentes, dependiendo del país que las colonizó. El resultado de ese fenómeno histórico repercute hasta nuestros días. Así encontramos variaciones tan notables en el PIB per cápita de la región: en Haití es de 250 dólares y en Bahamas, 11,940 dólares. Las economías del Caribe son relativamente abiertas, ya que sus importaciones y exportaciones representan proporciones considerables de su producto interno bruto. Este nivel de apertura de las economías caribeñas pone a la región en buenas condiciones para tomar ventaja de los procesos de globalización y apertura comercial que caracterizan los intercambios comerciales hoy día.
No obstante, debemos tener en cuenta las diferencias entre países, antes de proceder a una generalización de las medidas de apertura. Este es el caso de mi país, el cual está obligado a ajustar los tiempos de la apertura al proceso de creación y construcción en nuestra economía, de instrumentos que eleven la competitividad del sector productivo. Ahora bien, esta necesidad de proceder con cautela no debe usarse como excusa para obstaculizar el proceso de apertura y modernización de nuestras economías.
EE.UU.: Principal Socio Comercial del Caribe
Si observamos el comportamiento del comercio de la región con los Estados Unidos, principal socio comercial del Caribe, se notará que mientras en 1983 el 77% de las exportaciones eran de productos tradicionales, en su mayoría de origen agrícola, hoy día está constituído por un 73% de productos no tradicionales, principalmente producidos en zonas francas. Para 1994, el 86% de las exportaciones de zonas francas estaban destinadas al mercado de los EE.UU., y de éstas, alrededor de la mitad las constituían las exportaciones de ropas. A este respecto, me refiero a la solicitud que están haciendo un grupo de países caribeños, incluyendo la República Dominicana, para que EE.UU. beneficie al Caribe con un programa que otorgue a la región el mismo tratamiento arancelario que recibe México bajo el acuerdo NAFTA.
Gran parte de los avances que se han logrado en la diversificación de la economía regional, se debe a los incentivos y programas que los EE.UU. ha ofrecido a través de acuerdos preferenciales como el de la Iniciativa para la Cuenca del Caribe (CBI). Para impedir que se pierdan los cientos de miles de empleos que se han creado en la zona con la industria textil, es muy importante que el Congreso norteamericano acceda a otorgar la paridad textil con México a los países caribeños. Esta medida contribuiría significativamente a la paz social y estabilidad política de la región.
El Turismo
Es interesante hacer notar que el mismo sol que hizo del Caribe una potencia en la producción de azúcar, con el cultivo de caña como el más eficiente convertidor de la energía solar, a través de un intrincado proceso de fotosíntesis, en materia orgánica utilizable. Ese mismo sol está sirviendo para transformar la economía del Caribe, apoyada en el turismo como sector dinámico de la región. El turismo ha sido la industria líder de la región en los últimos 15 años, con una tasa de crecimiento anual de 5% y una contribución aproximada de 25% al Producto Interno Bruto (PIB). Se estima que uno de cada 6 trabajadores de la región, lo hace en el sector turístico. Es decir que alrededor de un millón de personas trabajan en esta actividad. Anualmente 25 millones de personas visitan el Caribe, de los cuales una parte son turistas de cruceros. El impacto de esta industria turística en la economía de los diferentes países se estima en unos 60,000 millones de dólares anuales. El turismo hace un innegable aporte al mejoramiento de la balanza de pago, a la expansión del sector servicio, a la generación de empleos y a la atracción de capitales para la inversión en el desarrollo de obras de infraestructura de la región.
Por su parte, el ecoturismo presenta la oportunidad de un nuevo impulso a la industria turística. Muchos de los gobiernos del Caribe están empezando a reconocer el potencial de la región para ofrecer productos turísticos basados en la diversidad natural. Esto significa que las naciones del Caribe incrementen las áreas dedicadas a parques naturales, marinos y terrestres y tomen medidas destinadas a proteger sus recursos naturales. Investigaciones realizadas en los Estados Unidos muestran que 43 millones de norteamericanos prefieren el ecoturismo en lugar del turismo tradicional. Según una encuesta del Centro Nacional de Viajes de los EE.UU., los turistas norteamericanos están dispuestos a pagar precios 8.5% más elevados por servicios provistos de sensibilidad ecológica. Y un porcentaje muy elevado dijo preferir hoteles que implementen programas medioambientales.
La belleza que caracteriza la riqueza natural del Caribe y que atrae a millones de personas a disfrutar de sus encantos, también presenta grandes retos para la conservación de sus recursos naturales por los impactos que tiene la intervención humana sobre sistemas ecológicos frágiles. A este respecto, el Programa Ambiental de las Naciones Unidas advierte que el turismo más que ninguna otra industria puede causar daños irreversibles a los recursos sobre los cuales se desarrolla, si no tomamos las medidas preventivas de lugar. Existe la necesidad de actuar coordinadamente en la defensa y uso de nuestros recursos naturales. Acciones conjuntas en la región pueden expresarse en dos direcciones: a) por medio de programas de conservación y protección medioambientalistas, incluyendo la disposición de desechos, y b) a través de programas de explotación y desarrollo tecnológico para el aprovechamiento de los recursos marinos.
LA GLOBALIZACIÓN Y SU IMPACTO EN LAS NACIONES CARIBEÑAS
Cada día es más difícil determinar el origen de un producto, debido a que la materia prima, los componentes y la transformación industrial provienen de y se ensamblan en diferentes partes del mundo. Esto significa no sólo diversos movimientos de bienes y servicios a través de nuestras fronteras, sino también traslados de capitales e inversiones así como de mano de obra. El Caribe debe ver este proceso de globalización como una oportunidad y no como una amenaza. Este proceso puede ser beneficioso para la región sólo sí desarrolla la capacidad técnica, y si los gobiernos y sus líderes diseñan políticas de estímulos al progreso y esfuerzo creativo de hombres y mujeres de ésta región que han demostrado su amor al trabajo a través de los años.
El proceso de globalización, el cual en gran medida ha sido concebido a partir de las grandes economías, obliga a las pequeñas economías de la región a fomentar procesos de integración dirigidos a elevar la capacidad negociadora de cada país, en particular a través de la fuerza en bloque. ¿Cómo pueden los países del Caribe sacar ventajas al proceso de globalización? Creando el ambiente adecuado para atraer la inversión, explotar nuestras ventajas comparativas y educar a nuestra población.
Esto se logra teniendo un Estado de Derecho en el que se respeten y cumplan las leyes, y las personas tengan las mismas oportunidades sin importar ciudadanía, color, religión o sexo. Aquellas sociedades apoyadas en el imperio de la ley, son las que mayores perspectivas tienen para alcanzar el crecimiento sostenido y la eliminación gradual de la pobreza. El Estado debe jugar un papel regulador que garantice un ambiente de libre competencia y proteja al sector privado contra prácticas desleales de comercio, y al consumidor y a los productores contra prácticas monopólicas. También procurando que los países disfruten de una adecuada infraestructura que sirva de apoyo a los procesos de producción y fortalecimiento de las ventajas competitivas de los sistemas productivos nacionales.
Cuando hablo de infraestructura, me refiero a tener carreteras, puertos y aeropuertos adecuados y en buen estado; tener procesos administrativos ágiles y eficientes; y disponer de servicios permanentes de electricidad, acueducto, tratamiento de aguas residuales y teléfonos modernos. ¿Qué deseo significar con la expresión, políticas económicas adecuadas? Políticas que proporcionen estabilidad relativa en los precios, que estimulen el crecimiento económico y no discriminen entre sectores y productos. ¿Qué es una política económica transparente? Aquellas políticas adoptadas mediante un proceso democrático y de consulta con todos los sectores interesados, y divulgadas para que la ciudadanía las conozca antes de entrar en efecto y durante su ejecución.
Y me refiero a políticas económicas estables para precisar que no se cambian de la noche a la mañana y cuando se cambian, se debería dar un tiempo prudente antes de su adopción. La prudencia del tiempo depende de la industria afectada. Una industria con altos costos de instalación y de cierre necesitará más tiempo que una industria con bajos costos de entrar y salir.
La importancia de adecuar los tiempos es porque el país necesita de la inversión, y los inversionistas necesitan un horizonte lo suficientemente amplio para garantizar el retorno de su inversión, bajo los supuestos que asumieron al hacer el estudio de factibilidad.
LA COMPETITIVIDAD: IMPRESCINDIBLE PUNTO DE PARTIDA
La competitividad es un concepto que se basa en el posicionamiento de un producto en el mercado. Ésta tiene dos dimensiones: bajos costos de producción, y transformación para dotar al producto de las cualidades y atributos requeridos por el mercado. El desafío para nuestras naciones está en diseñar y trabajar en el desarrollo de una estrategia que conlleve a lograr ambas dimensiones. La experiencia acumulada nos indica que los principales componentes de esa estrategia deben ser los siguientes:
• Impulsar el desarrollo tecnológico. En un ambiente de libre competencia, aquellos países con amplio desarrollo tecnológico llevarán ventajas comparativas sobre aquéllos que, por una razón u otra, no renuevan sus tecnologías para producir y mercadear sus productos.
El aumento de la productividad y de la competitividad se logran mediante la utilización de tecnologías que sean más eficientes en el uso de los recursos, por lo que el sector público necesita trabajar con el sector privado para mejorar los sistemas de generación y transferencia de tecnología.
• Disponer de recursos financieros. En la generalidad de los casos, las tasas de interés en los países caribeños está muy por encima del promedio de países desarrollados, por ejemplo Estados Unidos de Norteamérica, y ligeramente por encima del de los países de América del Sur y la zona Andina.
El sector público debe unir fuerzas al sector privado para lograr flujos de capitales locales e internacionales, que aseguren disponibilidad suficiente en el momento requerido y a tasas competitivas.
• Promover la participación del sector empresarial. La competitividad difícilmente se logra o se hace sostenible en un sistema estatal, donde el Estado tiene que asumir todo el costo del desarrollo.
En las economías modernas, el Estado tiene un papel normativo y facilitador, dejando al sector privado el papel operativo o de ejecución. Sin embargo, toca al Estado orientar y promover la participación del sector privado en los diferentes aspectos de la cadena agroalimentaria e industrial.
• Capacitar los recursos humanos. La capacitación de los recursos humanos en los diferentes niveles productivos es imprescindible para lograr la competitividad. Para lograr ser competitivo debemos contar con una gerencia efectiva y mano de obra especializada. En el mundo de hoy es más importante el cómo hacer las cosas, que el con qué hacerlas. Hoy día, más importante que tener recursos naturales abundantes, es tener la capacidad de agregarles valor.
• Desarrollar un sistema eficiente de información. En el nuevo orden mundial el cambio es ya parte del diario vivir. De aquí la importancia de contar con un buen sistema de información para ser competitivo.
La información, junto a la capacitación de los recursos humanos, se ha convertido en uno de los parámetros imprescindibles para el desarrollo sostenible. El mercado nos exige que cambiemos de la mentalidad de producir y vender productos básicos, o “commodities,” a productos más diferenciados.
• Promover políticas balanceadas para todos. La responsabilidad del Estado es proteger a todos los sectores que componen la nación. Para ello deberá adoptar una política que proteja a la mayoría de sus ciudadanos. Sin embargo, no basta contemplar el bienestar a corto plazo; de aquí que las políticas deberán ser balanceadas para no perjudicar a ninguno de los sectores productivos.
Bajos salarios no son sinónimos de bajos costos. La clave para ser competitivos en costos es productividad, y la alta productividad de la mano de obra es lo que nos permite pagar mayores salarios, contribuyendo así a la equidad.
Esta mayor productividad de la mano de obra se logra a través de la educación, una adecuada alimentación y buena salud del trabajador. Es por esto que necesitamos educar nuestra población y ser diligentes en llevarles los servicios de salud, así como mejorar los sistemas de comercialización, para que nuestros productores reciban un mejor precio por sus productos, mejorando así su acceso al disfrute de los bienes materiales y espirituales.
• Promover la equidad. El tema de la equidad es un tema sumamente delicado y a la vez muy importante. Del nivel de equidad que tengamos dependerá el nivel de paz y seguridad social de la que disfrutaremos todos en el Caribe.
La pobreza se diferencia por países. Observamos las grandes diferencias del producto per cápita que existe entre los países del Caribe; así es también en los índices de pobreza.
Mientras muchos países concentran la mayor parte de su pobreza en las zonas urbanas, unos cuantos la tienen mayormente en la zona rural.
Esto requiere estrategias diferenciadas para atacar el fenómeno desde el punto de vista agroindustrial. Aunque en ambos casos se precisa de alimentos relativamente baratos, lo cual es un reto para la agricultura, cuando la pobreza se concentra en la zona rural y entre los más pobres se encuentran los pequeños productores, los mismos necesitan mejorar sus ingresos mediante la obtención de mayores precios.
¿Cómo conjugamos estos objetivos? Aumentando la productividad, principalmente de la mano de obra, del mejoramiento de la eficiencia de la comercialización, de la diferenciación del producto, de la formación de alianzas estratégicas, y de la solidaridad entre los más grandes y los más pequeños.
UNA NUEVA INSTITUCIONALIDAD: UN MARCO NORMATIVO
Para poder aprovechar las oportunidades que los nuevos escenarios nos presentan, necesitamos hacer cambios en nuestras instituciones públicas y privadas. La institucionalidad que es urgente construir en nuestros países debe sustentarse en un ambiente de cooperación y de convergencias en las relaciones entre el Estado y la sociedad civil, en el marco de una economía de mercado con reglas iguales para todos. Este nuevo enfoque supone por un lado la creación de consensos entre intereses opuestos y, por otro lado, el liderazgo del Estado para que sean respetados. Un Estado que actúe efectivamente como promotor de un desarrollo con mayor equidad, como un eficiente prestador de servicios y garante de los derechos sociales.
Los cambios institucionales se proponen como mecanismos para resolver problemas de asignación de recursos, de cambios tecnológicos y eficiencia económica. Pero también con el objetivo de maximizar el bienestar, mejorar la equidad y promover la justicia social. Esta institucionalidad debe construirse a partir de objetivos claros, que contribuyan a mejorar los niveles de competitividad en una forma tal que también alivie la pobreza, e impulse el manejo racional e integrado de los recursos naturales.
Hoy día no pueden ignorarse las presiones que imponen la apertura comercial y los equilibrios macroeconómicos sobre las políticas públicas y los sectores productivos locales, pero tampoco puede dejarse de lado el riesgo que representa para la sociedad, su gobernabilidad y la democracia, el deterioro que podrían crear las tensiones sociales. El gobierno está obligado a defender esas medidas y proveer los instrumentos que requiere el sector productivo para insertarse en las nuevas reglas del comercio internacional. De igual manera, los productores de la región tendremos que propiciar las transformaciones que requieren las empresas para ser eficientes. Hoy son los países los que tienen que ser competitivos. Es muy difícil a las empresas lograr niveles altos de eficiencia en un país que no lo sea.
LA AGRICULTURA: NUEVOS ESCENARIOS Y POSIBILIDADES AGROTECNOLÓGICAS
El nuevo ordenamiento mundial nos plantea un ambiente de cambios en el cual la agricultura ha dejado de ser una excepción. Hemos pasado de los centros de decisiones nacionales a los mundiales, con una mayor integración de los mercados financieros y una mayor concentración del mercado mundial en las empresas multinacionales. Los avances logrados en el campo de la cibernética, la microelectrónica, biotecnología y la ingeniería genética han permitido incrementar la eficiencia y la productividad en toda la cadena agroalimentaria. Por ejemplo, el uso de computadoras en la fertirrigación, permite controlar con exactitud la cantidad de agua y fertilizantes de acuerdo a las necesidades de cada planta de manera individual. Imaginémonos el impacto que ya está teniendo la manipulación del DNA en plantas y animales. Esta realidad se ha puesto en evidencia en Inglaterra con Dolly, la primera oveja clonada.
En términos prácticos, estos hechos rompen las barreras para la solución de innumerables problemas de producción, tales como el control de plagas y enfermedades, la adaptabilidad de un cultivo a diversos tipos de suelos y climas, y el incremento de la productividad más allá de lo que pudiéramos imaginarnos hace sólo una década. La producción de híbridos interespecíficos, la producción de embriones somáticos y la misma posibilidad de clonar animales, aves y peces ya son parte del presente, en la producción de semillas y animales de alta producción y resistencia a plagas y enfermedades diversas. La oportunidad de manipular los genes de especies como la soya para permitir el uso de herbicidas que anteriormente no se podían usar en determinadas plantas, o el lograr cruces interespecíficos entre especies no compatible, seleccionadas por ejemplo, por su sabor, productividad, resistencia al transporte o a la temperatura. También puede usarse para producir frutas libres de semillas. Estos ejemplos son sólo algunas de la infinidad de campos que nos abre el nivel actual de conocimiento de la ciencia. Un pequeño empresario agrícola con algunos acres de tierra, usando materiales genéticos de alto potencial puede producir toneladas de tomates o pimientos. Unas cuantas matas de guayabas cultivadas apropiadamente pueden generar ingresos suficientes para una familia.
Desafortunadamente, la realidad que he descrito anteriormente no es la que caracteriza la mayoría de nuestros productores en la región. En la generalidad de los casos y, a pesar de los ejemplos de éxitos, nuestros países se caracterizan por el uso de una tecnología inapropiada, deficiente y en ocasiones obsoleta. Esto es así porque la inversión en desarrollo tecnológico es muy poca comparado con el resto del mundo, incluyendo los países del Cono Sur.
En su gran mayoría, la agricultura regional está en crisis. Contrario a los países desarrollados, las políticas agrícolas en la región han penalizados los ingresos de los productores rurales, mientras los países ricos compensan a sus productores para lograr paridad de ingresos con los sectores urbanos. No podemos dejar de mencionar que la presión de las importaciones desde países con altos subsidios y apoyo a sus productores está sacando del mercado a los productores locales, debido, no a que nuestros productores son ineficientes, sino a las diferencias en los sistemas de apoyo a la agricultura de una región a otra.
El resultado de las políticas expuestas ha significado un proceso de empobrecimiento del mundo rural, más acentuado que en el del resto de los sectores sociales. Y esto debe preocuparnos porque si bien es cierto que la pobreza es el mayor flagelo de nuestros países, es en el campo donde ésta es más agobiante. Por esta razón, no son casuales las frecuentes manifestaciones de agitación social que se presentan en los medios rurales centroamericano, sudamericano y caribeño. Como tampoco lo son en las áreas marginadas de las zonas urbanas cubiertas cada vez más rápido por los pobres que llegan del campo.
Es por esto que el nuevo enfoque de la agricultura, no sólo debe incluir los principios de la competitividad, sino también de la sostenibilidad y la equidad. Tan malo para nuestros países es la equidad sin crecimiento como el crecimiento sin equidad. La sostenibilidad debe ofrecernos las herramientas para seguir un desarrollo productivo, consistente con la obligación creciente de producir conservando y conservar produciendo. En la medida que la población envejece y los ingresos de la población aumentan, los hábitos alimenticios cambian a un mayor consumo de frutas y vegetales que tienen un mayor valor que los productos tradicionales.
Se estima que para el año 2015 alrededor del 25% del total de la demanda de productos agropecuarios en los países desarrollados, responderá a preferencias de productos cosechados atendiendo a criterios ecológicos. En R.D., por ejemplo, es significativo el número de proyectos dedicados a la producción para la exportación de frutas tales como bananas, naranjas, café, cacao y hasta azúcar de caña bajo condiciones libre de pesticidas. Este mercado está en crecimiento y si nuestros países apoyan su desarrollo, puede convertirse en un mercado de importancia para los pequeños productores de la región.
El producir cultivos exóticos para nichos de mercados ofrece grandes oportunidades para los países del Caribe por el predominio de pequeños productores en modelos familiares. Esta ventaja comparativa nos permite competir en cultivos con pequeñas demandas localizadas, las cuales no ofrecen un atractivo para los países grandes, reduciéndose así la posibilidad de competencia. Así mismo, podemos mencionar el gran potencial de la región para productos diferenciados y autóctonos o aquellos cultivos que por condiciones agroclimáticas sólo pueden producirse en pocas regiones del mundo. Algunos ejemplos de lo anterior es la producción y comercialización de la manzana de oro (Golden Apple) en Granada. Dada que la demanda mundial de esta fruta es muy pequeña, países como los EE.UU., el cual además no tiene condiciones para producirla, no se han interesado en cultivarla. Sin embargo, en Granada, este cultivo ha llegado a representar uno de los lugares preferenciales en la gama de cultivos exportables. El potencial genético de Cuba es reconocido mundialmente. Sus aguacates, nísperos, anónaceas como la guanábana y la chirimoya, sus mangos y otros exóticos, ofrecen un amplio potencial latente para la exportación en fresco y como productos procesados.
Con la apertura de los mercados, en la agricultura tenemos un reto adicional, que es el relacionado con los asuntos fitosanitarios. Los representantes del sector público agrícola tienen la gran responsabilidad de salvaguardar la producción de la entrada, establecimiento y propagación de plagas y enfermedades exóticas sin restringir el comercio. Sin embago, necesitamos que los países no utilicen las medidas fitosanitarias como barreras al comercio y que se reduzca el tiempo para hacer los análisis requeridos para que un nuevo producto sea admitido en el país importador, que en algunos casos el proceso toma un mínimos de tres a cinco años. En el control fitosanitario, las islas del Caribe tienen la gran ventaja de estar aisladas por el agua, lo que hace menos difícil el control de las plagas y enfermedades, facilitando así la declaratoria del país entero como área libre. Esto facilita la exportación de productos agrícolas frescos.
Modelos y Ejemplos Exitosos en el Caribe
En el Caribe tenemos ejemplos muy exitosos de cómo mejorar la eficiencia y expandir los mercados. Un ejemplo es lo que ha estado haciendo Jamaica en la promoción y desarrollo de sus exportaciones de productos agrícolas a través de JAMPRO. Otro ejemplo es lo que está haciendo la Organización de Estados del Caribe del Este (OECS), cuyos miembros, a través de la Unidad Coordinadora de Diversificación Agrícola, han hecho estudios de competitividad, probando cultivos alternos, desarrollando el mercado de frutas, vegetales y flores frescas y promoviendo su siembra.
El ejemplo de la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD), la cual aglutina productores, procesadores, comerciantes importadores y exportadores, es otra muestra de la comprensión que han estado adquiriendo los empresarios de la región en el proceso de impulsar la transformación productiva del sector agroalimentario. El caso del Central Romana es uno de los más exitosos en la República Dominicana. Aparte de ser uno de los mayores y más eficientes productores de azúcar de caña, el Central Romana, desde la década de los setentas, inició un proceso de diversificación de sus operaciones agrícolas en el Caribe. Sus aportes a la economía, hoy día, incluyen impulso a la industria de carne con la crianza de ganado estabulado y mejoramiento de razas, zona franca, el turismo, promoción de la cultura del país con el patrocinio de una escuela de diseño y arte y un sinnúmero de actividades que han enriquecido la vida económica y social de la nación dominicana.
Otros renglones donde nuestro país ha mostrado grandes habilidades en los últimos años son en la producción de puros, producción de bananas para el mercado de Europa, cítricos y vegetales frescos para el mercado norteamericano. En este último campo, al igual que en la producción de ornamentales, donde la Florida es un productor líder, la R.D. tiene grandes oportunidades para la inversión.
No quiero terminar sin mencionar la maricultura como un renglón de gran potencial productivo en la región. Tenemos el mercado de los turistas y existe la tecnología para la producción controlada de especies marinas. Sólo hace falta que el empresariado y los gobiernos emprendan el desarrollo de este sector.
Finalmente, vivimos bajo el calor de un mismo sol y la brisa fresca de un mismo mar en esta región, multiracial por obra del destino, pero enriquecida por la fuerza de diferentes culturas. Es justamente su diversidad la que encierra un inmenso potencial de esperanza para sus habitantes. Un potencial que se incrementa por nuestro origen y nuestra tradición de hombres y mujeres incansablemente trabajadores. Razón suficiente para pensar como una vez lo hicieron los japoneses, de que su recurso más importe es su gente.
Los recursos que abundan a todo lo ancho y largo de nuestras islas están ahí, esperando ser explotados. Y ese potencial sólo podrá ser puesto al servicios del bienestar de nuestros pueblos si hacemos realidad los sueños de unidad de nuestros padres fundadores entre quienes sobresalen Juan Pablo Duarte y José Martí.
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