La producción agropecuaria, como todas las actividades de la economía cubana, sufrió un enorme impacto negativo al perderse las subvenciones soviéticas al término de los años 1980. Hasta fines del 2004, las estadísticas oficiales reflejan algunos signos de recuperación en determinados cultivos. Sin embargo, el sector agropecuario globalmente continúa en condiciones bastante desfavorables.
La actividad Agricultura, Caza, Silvicultura y Pesca, muestra un descenso, en conjunto y a valores comparables, de un 44,0% entre 1989 y el 2004 y, cuando se mide a niveles per capita, la minoración es de aproximadamente un 48,0%. Si la comparación se hubiera realizado contra 2005, los resultados hubieran sido más deplorables, teniendo en consideración la caída productiva de ese año. Asimismo, en 1989 la participación del sector en el PIB fue del 9,8%, con un descenso en el 2004 a un 5,5%, de acuerdo a datos oficiales.
PRODUCCIÓN AGRÍCOLA
Un análisis más detallado puede verse en los Cuadros 1 y 2, donde resulta evidente que los retrocesos fundamentales se concentran en la agricultura cañera y en la producción pecuaria, mientras se observan crecimientos en la producción agrícola de algunos cultivos con respecto a 1989, aunque hay que tener en cuenta las deficiencias de las estadísticas cubanas, pues a partir de 1994, además de la información captada mediante los sistemas estadísticos vigentes y registros administrativos, se incluye la correspondiente a otras entidades estatales no especializadas más un estimado de producción de Patios, Parcelas y Autoconsumos de Productos Agrícolas de las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) y campesinos privados dispersos (CEPAL, 2000), factor a tener en cuenta en el análisis de las cifras de la agricultura no cañera.
De todas formas, sí resulta evidente el incremento de la producción y en general de los rendimientos en algunos cultivos, tales como tubérculos y raíces, hortalizas, arroz, maíz, frijoles, plátanos y otras frutas (mango, guayaba, fruta bomba-papaya, etc.). Es significativo que a partir de 1994 se permitió comercializar todos estos productos con muchas limitaciones en mercados agropecuarios, donde campesinos y otras formas de producción después de cumplir las exigentes metas de entregas estatales pueden vender sus excedentes a los precios del mercado con ciertos beneficios.
La producción de hortalizas con el Programa de Agricultura Urbana, desarrollado en organopónicos, huertos intensivos, parcelas y patios familiares ha tenido determinados avances mediante la aplicación de estímulos salariales a los productores, la incorporación de áreas ociosas mediante su entrega a particulares para ser cultivadas y el aprovechamiento de parcelas privadas a través del otorgamiento de incentivos a los propietarios para hacerlas productivas. Así muladares han sido convertidos en verdaderos vergeles por jubilados citadinos, al mismo tiempo que extensas áreas rurales de tierra cultivable permanecen improductivas cubiertas por el marabú y otras malezas. El Programa de la Agricultura Urbana tiene un peso específico pequeño dentro del total de la agricultura, únicamente cuenta con poco más de 50,0 miles de hectáreas, su importancia reside en servir de ejemplo de cómo la aplicación de modos de gestión flexibles y la adopción de estímulos a la iniciativa laboral se traduce en crecimientos productivos y mayor eficiencia.
La producción tabacalera y los cítricos, aunque todavía no han podido sobrepasar los niveles precrisis, han tenido determinada recuperación tanto en la cantidad producida como en los rendimientos por área. En el tabaco hay que recordar que a mediados de los años 1990, la producción llegó a ser inferior en un 60,0% al de los niveles promedios del período 1985–89. La recuperación se produjo mediante el financiamiento extranjero con la creación de una empresa mixta para la comercialización del tabaco; la entrega de aproximadamente 100 000 hectáreas de tierra a cosecheros en usufructo; el incremento de los pagos por el tabaco acopiado y su calidad, incluyendo modestos aportes en moneda convertible lo que en sentido general diferencian este rubro del resto de las producciones agrícolas y pecuarias. Todos estos son mecanismos de mercado que, aunque imperfectos y limitados, en un escenario desprovisto de estímulos han probado ser positivos, fundamentalmente por su repercusión en la relativa mejora de la calidad de la hoja entregada y los rendimientos.
En el cítrico, de cierta forma la situación se repite, con la participación de inversiones extranjeras que han garantizado los insumos e implantado métodos de gestión y estímulo al trabajo, con repercusión en el incremento de la producción y sobre todo de los rendimientos por área, que según las estadísticas han crecido en un 69,0% con respecto a lo obtenido en 1989.
En la caña de azúcar donde han estado ausentes los estímulos, la producción cayó en un 66,0% entre el promedio de 1985–1989 y lo obtenido entre 1999– 2003. En cuanto al rendimiento por área en estos mismos años, la reducción fue del 42,0%. No están disponibles los datos oficiales de las zafras 2004, 2005 y la de 2006 que recién concluyó, pues con toda seguridad, si se hubieran tenido en cuenta, los resultados de la comparación hubieran sido peores. Baste conocer que el azúcar elaborado en las zafras 2005 y 2006 se calcula están en un entorno de aproximadamente 1,3 y 1,2 millones de toneladas, respectivamente.
Internacionalmente, la producción promedio por área es de alrededor de 63 toneladas por hectárea, según datos de FAO, pero el promedio de los años 2000/2003 no llegó a 34 ton/há en Cuba, como puede verse en el Cuadro 2 de este trabajo.
PRODUCCIÓN PECUARIA
Por su parte, la producción pecuaria está en peores condiciones aún. Esto puede observarse en los Cuadros 3–5. Entre 1989 y el promedio de los años 2000–2004, la producción de la leche de vaca se redujo en un 48,0%; el envío de ganado vacuno (peso en pie) a sacrificio tuvo una minoración del 55,0%, con sensibles bajas en las producciones de huevos, carne de ave y miel de abeja. Sólo se aprecia recuperación en el envío a sacrificio de ganado porcino (peso en pie), que ha alcanzado niveles muy similares al año base. Esto podría explicarse por que esta carne se comercializa en los mercados agropecuarios, obteniéndose así ciertas ventajas económicas para los productores. También se han establecido algunos acuerdos entre el sector estatal y los campesinos privados, que los favorecen.
La situación calamitosa en la producción pecuaria puede apreciarse en los bajos niveles de eficiencia, así como en la disminución radical de las existencias de ganado. En el caso del vacuno, entre 1990 y 2004 existe una disminución del 18,0% de la masa, siendo mayor el descenso en las hembras, el elemento fundamental del rebaño, con un 23,0%. Estas cifras hay que tomarlas con mucha precaución, pues desde 1978 no se efectúa un conteo ganadero, y muchos especialistas consideran que el número de cabezas es más reducido que el reflejado en las estadísticas.
Debe añadirse que en 1967 la masa vacuna alcanzaba más de 7,0 millones de cabezas, en tanto a fines del 2004 era de 3,9 millones, según datos oficiales. Las aves presentan una reducción del 17,0% y los équidos un 25,0%. Únicamente se observa un aumento de 3,0% en porcino, pero el dato disponible de 1990 se refiere a las existencias estatales.
Los índices de eficiencia en sentido general denotan una caída apreciable, sobre todo en el ganado vacuno; el porcino por los factores apuntados tiene cierta recuperación, y en la avicultura donde hay aumentos se debe a una sensible reducción en la existencia de aves, lo que ha permitido una mayor selección y posible mejor utilización de los recursos.
TENENCIA DE LA TIERRA Y SUELOS
En cuanto a la tenencia de la tierra (Cuadro 6), los datos disponibles muestran que la superficie cultivada a fines del 2003 se mantenía con una estructura esencialmente bajo control estatal en un 67,5%. Las estadísticas oficiales tratan de demostrar que el porcentaje es inferior al reflejar que las áreas en las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) no son estatales, pero se conoce ampliamente que no es así. En 1994, desaparecieron las llamadas Granjas del Pueblo de propiedad estatal, creándose las UBPC que oficialmente se han designado como cooperativas.
Sin embargo, en la práctica su gestión ha continuado sin muchos cambios, sin que los llamados cooperativistas tengan poder de decisión alguna en la administración. El único avance logrado fue que las enormes granjas del pueblo redujeran las áreas a administrar, haciendo relativamente más fácil el control. Por demás heredaron las enormes deudas acumuladas de esas granjas, así como una serie de fenómenos negativos tales como equipamientos obsoletos, en su mayoría procedentes del bloque soviético. Por falta de reposición y un adecuado mantenimiento del equipamiento, se ha agravado la carencia de mecanización en explotaciones agrarias aun muy extensas, imposibles de cultivas y atender correctamente sin un suministro estable de insumos y utilizando la tracción animal.
La superficie cultivable y el número de las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) se han reducido, siguiendo una tendencia ya existente en el período precrisis. Fueron creadas en la década de 1970 por la unión de tierras de agricultores privados, pero en un marco de férreo control del Estado su gestión resulta muy difícil, y no pocas han desaparecido por el peso de las deudas y la irrentabilidad. Si en 1989 tenían una superficie cultivada de 449,4 miles de hectáreas, las últimas cifras disponibles muestran que a fines de 2003 alcanzan 344,7 miles, o sea una disminución de más de 100 000 hás.
Las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) y los privados dispersos denotan cierto crecimiento entre 1989 (519,6 miles de hectáreas) y fines de diciembre de 2003 (786,3 miles de hás). Esto puede explicarse por la entrega de ciertas cantidades de tierra en usufructo a agricultores individuales, fundamentalmente para el cultivo de tabaco y en menor cantidad para café, cacao, arroz y viandas. Esta política parece haberse detenido y no se mencionan entregas adicionales desde hace algunos años. De todas formas, las personas que pertenecen a las CCS, que todavía poseen sus tierras y el campesino privado disperso con muy pequeños lotes de tierra están bajo un fuerte control estatal, en muchas ocasiones tienen que sembrar lo ordenado por el Estado, entregarle la mayor parte de las cosechas, a los precios que fije, y adquirir los insumos, cuando es posible, en las condiciones y las cotizaciones adoptadas centralmente.
En los últimos tiempos, el control sobre los campesinos se ha reforzado. En Noviembre de 2002 fue aprobada una nueva Ley de Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) y de Créditos y Servicios (CCS), donde se otorgan mayores facultades a la Asociación Nacional de Agricultores Privados (ANAP) para el control de la producción a través de la creación de mecanismos de acopio adicionales. Aunque inicialmente se anunció que sería para ayudar a los cooperativistas, en la práctica ha sido para obligarlos aún más a entregar sus cosechas al Estado sin ningún tipo de ventajas. Por el contrario, se ha conocido que los viejos problemas de demora de pago a los campesinos por parte de Acopio Estatal no sólo se mantienen, sino que aumentan, perjudicándose sensiblemente a los productores. Datos publicados recientemente señalaban demoras en los pagos, a principios de mayo por mercancías entregadas, ascendentes a más de 40,0 millones de pesos.
Paralelamente el acopio estatal en muchas ocasiones no recoge las producciones de los campesinos y cooperativistas por deficiencias organizativas y la carencia de transporte y otros recursos, con la consiguiente pérdida de producciones. Asimismo, la entidad estatal carece de elementos básicos para el pesaje de las mercancías recibidas, lo cual también perjudica económicamente a los productores. Todas estas cuestiones por su negativa incidencia son de una magnitud tal, que incluso la prensa oficial los ha tenido que reconocer en artículos aparecidos últimamente.
En el caso del ganado, la situación es mucho peor, pues como se apuntó, muchas de esas producciones no pueden ser vendidas por ningún concepto en los mercados de libre oferta; sólo pueden entregarse, como la leche de vaca o el ganado vacuno, a entidades estatales que pagan precios inadecuados, cuando los campesinos tiene que comprar muchos insumos en el mercado negro y en sinnúmero de ocasiones en divisas convertibles. Una producción especialmente perjudicada es la cría del ganado de carne, que para desarrollarla hay que desviar determinada cantidad de leche en la cría, luego no compensada por los precios que el Estado paga por las entregas de las reses para el sacrificio.
A todo esto se agrega la existencia de leyes que sancionan con fuertes multas a los campesinos que sufran el robo o sacrificio de su ganado, con lo cual los propietarios no sólo pierden su patrimonio, sino que además el Estado los sanciona por una supuesta falta de cuidado. Eso ha redundado en un rechazo a la ganadería por parte de campesinos y cooperativistas, sobre todo respecto al llamado “ganado macho,” o sea de carne.
Como puede apreciarse en el Cuadro 6, hay un crecimiento apreciable en la superficie ociosa. Si en 1989 oficialmente se reconocía la existencia de 473 000 hectáreas en esas condiciones, a fines de 2003 ascendían a 989 100; a ello habría que agregar apreciables extensiones declarados pastos naturales, que por el descuido y falta de atención prácticamente son explotados a un nivel sumamente bajo debido a la gran cantidad de marabú y otras malezas. Incluso superficies anunciadas como cultivadas, también parcialmente están invadidas de esas plantas perjudiciales a la agricultura, lo que se puede apreciar fundamentalmente en las plantaciones cañeras, siendo uno de los factores determinantes en los muy bajos rendimientos.
Además, importantes extensiones de tierras han perdido su fertilidad (ver Cuadros 7 y 8) debido a muchos factores limitantes, como el aumento de la salinidad, la erosión, el mal drenaje, la compactación. Este fenómeno que puede apreciarse especialmente en las provincias orientales, donde las superficies estudiadas arrojan que sólo el 12,7% podrían calificarse de muy productivas, y aproximadamente el 74,0% de poco o muy poco productivas, según datos oficiales. Este es un gravísimo problema que habrá que enfrentar en la Cuba del futuro.
IMPORTACIONES Y EXPORTACIONES
Los resultados de este calamitoso escenario productivo en el sector agropecuario se han traducido en el crecimiento de la dependencia a las compras de alimentos en el exterior, así como en un pronunciado descenso de las exportaciones de alimentos. Datos al respecto pueden verse en el Cuadro 9.
En el período 1985–89, los alimentos adquiridos en el exterior representaron aproximadamente el 11,2% del total de las importaciones, como promedio anual. En el período 2000–2004, ascendieron al 18,1%. En las exportaciones tuvieron un peso específico entre 1985–89 de un 83,9%, comprendidas las ventas de bebidas y tabacos; de 2000–2004 fueron un 45,8%; si se hubieran incluido los años 2005 y 2006, este porcentaje hubiera sido mucho menor tomando en consideración la extraordinaria baja en la producción azucarera de esos años.
Es importante señalar que la importación de alimentos procedentes de Estados Unidos en el período 2001–2004 fue de 1 080,0 millones de dólares. Ese último año alcanzó 517,9 millones, lo que representó aproximadamente 50,0% del total de las importaciones de productos alimenticios y de animales vivos. Cifras preliminares correspondientes indican que sobrepasaron los 500,0 millones en el 2005, lo cual ratifica a la agricultura norteamericana como la primera suministradora de alimentos a Cuba.
OTROS INDICADORES
Informaciones oficiales han señalado recientemente que el consumo per cápita de energía es superior a 3 300 kilocalorías y el de proteínas 88 gramos diarios en 2005, cantidades que sobrepasarían, si fueran ciertas, los niveles de consumo calóricos y proteicos promedio alcanzados en el quinquenio anterior al comienzo de la crisis en un 14,3% y 12,0%, respectivamente.
Esa ingestión de calorías sería la más alta de Latinoamérica, incluidos reconocidos países productores de alimentos en el mundo, como Argentina, Uruguay y Brazil, según puede apreciarse en las estadísticas mostradas en el Anuario de América Latina y el Caribe, 2004, editado por CEPAL. Una situación muy similar esta presente con el per cápita del consumo de proteínas, cuando es comparado con las mismas naciones.
Como consecuencia, los pretendidos consumos anunciados de energía y proteína, no son fáciles de aceptar. Habría que preguntarse cómo es posible lograrlo con los descensos globales acaecidos en gran parte de las producciones agropecuarias, a lo que se agrega que entre 1989 y 2004 la población creció en un entorno de 604 400 habitantes y que el turismo aumentó apreciablemente en el período. Si en 1989 la llegada de visitantes fue de unas 300 000 personas, al cierre del 2005 ascendió a 2,3 millones, con un poder de consumo muy superior al de la inmensa mayoría de la población.
En adición, hay que subrayar que existe una manifiesta contradicción entre los espectaculares consumos de calorías y proteínas per cápita en el 2005 y los informes que organismos de Naciones Unidas han elaborado sobre la situación de la alimentación en Cuba. Un ejemplo fue el trabajo conjunto realizado por el Instituto de Planificación Física de Cuba (IPF), con el apoyo técnico y financiero del Programa Mundial de Alimentos (PMA), durante los años 1998 y 1999 y que concluyó con el proyecto “Análisis y Cartografía de la Vulnerabilidad a la Inseguridad Alimentaria en Cuba” (VAM, por sus siglas en inglés), aplicado en las cinco provincias orientales, consideradas las de mayor retraso relativo a nivel nacional.
El VAM permitió identificar allí 33 municipios Muy Vulnerables (MV) desde el punto de vista alimentario, 11 Vulnerables (V) y 10 Poco Vulnerables (PV). La suma de los MV y V representata el 81,0% de los municipios de esa región, por lo que el IPF la identifica de Vulnerable en su conjunto. En esos lugares, al momento de conformarse el VAM residía el 35,2% de la población cubana, y en los 33 municipios calificados de MV vivía algo más de la quinta parte.
Otra contradicción con los impactantes datos oficiales es que actualmente se desarrolla otro proyecto del PMA con la población necesitada de Cuba, el cual se basa en la distribución de alimentos por 3,7 millones de dólares, que están siendo repartidos a unos 770 000 habitantes de la región oriental, especialmente niños menores de 5 años, mujeres embarazadas y ancianos. Según datos del PMA, desde 1963 hasta la fecha esta institución ha destinado una cantidad superior a 220 millones de dólares, con el objetivo de impulsar unos 20 proyectos de emergencia y desarrollo, dirigidos al fomento de producciones lecheras y agrícolas, apoyo nutricional a grupos vulnerables y auxilio de víctimas de inundaciones, sequías y ciclones. Una paradójica situación para un país, cuyo gobierno afirma tener los índices alimenticios más altos de América Latina.
CONCLUSIONES
Resulta evidente que la producción agropecuaria cubana continúa inmersa en una crisis extremadamente peligrosa, que ocasiona una dependencia cada vez mayor de los alimentos importados.
Indudablemente, la agricultura está muy carente de recursos financieros y materiales. Las cantidades disponibles de fertilizantes, pesticidas, insecticidas, piensos y otros insumos son muy reducidas, en comparación con los niveles precrisis. Desde hace años, prácticamente no se importan tractores ni camiones; los equipos de laboreo de la tierra aún existentes son los antiguos y obsoletos provenientes del bloque soviético en un calamitoso estado de conservación. En los campos cubanos, fundamentalmente se observa el manejo de la tierra mediante la tracción animal lo cual es posible realizar en pequeñas extensiones, con dificultades y baja productividad a pesar de la dedicación de los campesinos. Pero en las UBPC y otras empresas estatales, caracterizadas por sus grandes extensiones superficiales, resulta casi imposible el cultivo a través de métodos arcaicos, a lo que se une la falta de incentivo e interés laboral.
Además, los campos se han despoblado a causa del desarraigo de los agricultores respecto a la tierra. El último censo muestra que algo más del 23,0% de la población vive en el campo, mientras un 43,0% lo habitaba antes de 1959. A esto ha conducido el latifundio estatal. En realidad, la situación es más grave porque la población rural ha sido concentrada en pequeños pueblos, y muchos de sus residentes poca relación tienen con la agricultura, ya que se han dedicado a otras profesiones que les propician mayores beneficios y menos sacrificios.
De todo esto puede concluirse que el problema más grave de la producción agropecuaria, no radica en la carencia de recursos, sino en la falta de interés por el trabajo agrícola debido a no existir incentivos. Por tanto, cualquier solución del problema agrario cubano deberá pasar por una reestructuración que permita al campesinado la posesión de la tierra, ya sea por la vía individual o mediante la creación de verdaderas cooperativas, donde puedan decidir su futuro, producir lo más rentable, vender el resultado de su labor en los mercados más convenientes y adquirir los recursos según sus necesidades.
Hasta tanto esto no se consiga, las posibilidades de aumento de la producción agropecuaria parecen muy remotas. En caso de que se implante esta reestructuración agraria existen rubros con amplias posibilidades productivas. La caña de azúcar, que en los últimos años ha sido tan relegada, pudiera rendir altos beneficios mediante la elaboración de gran variedad de derivados, como los combustibles, la utilización de los desechos en la producción de energía eléctrica, productos para la alimentación animal, fármacos, y otros renglones.
La ganadería vacuna, que siempre fue una de las principales producciones, debe ser otro de los objetivos a desarrollar basándose en las tradiciones, lo cual pudiera permitir el autoabastecimiento nacional de carne y leche, e incluso dedicar excedentes para la exportación.
Posibilidades existen en el cítrico, fundamentalmente mediante su industrialización. Igual podría suceder con las hortalizas y las flores, las que resultan prometedoras para las ventas al exterior, teniendo en cuenta la cercanía al enorme mercado norteamericano.
El tabaco, producto tradicional de Cuba, con su fama internacional, deberá continuar siendo un renglón esencial en la creación de riqueza. No obstante, todo dependerá en grado sumo de que se creen las bases para la realización de un trabajo agropecuario alentador y estimulante.
Considero única solución viable a la crisis de la producción agropecuaria, la realización de transformaciones enmarcadas en un programa integral, con etapas y secuencias, de forma ordenada y gradual, que en un marco jurídico adecuado trace el camino de la prosperidad alimentaria y devuelva a la agricultura cubana la importancia que nunca debió perder.
Agradezco a los organizadores de esta Conferencia por la oportunidad que me han brindado para expresar mis criterios acerca del deplorable estado de la agricultura cubana y las ideas que modestamente poseo para procurar una solución a la crisis y obtener una producción agropecuaria moderna y eficiente, capaz de satisfacer en buena medida las necesidades de alimentos y que, como en el pasado, permita crear excedentes exportables en beneficio de toda la economía nacional.
Por último, dedico este trabajo a mis 60 compañeros del Grupo de los 75, quienes aún permanecen en injusta prisión bajo cruentas condiciones sólo por añorar una Cuba democrática, con justicia social y reconciliada, así como a los demás prisioneros de conciencia y políticos pacíficos cubanos.
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