Uno de los grandes mitos en los cuales el gobierno cubano ha basado su legitimidad ha sido, desde que Fidel Castro llegara al poder en 1959, la educación. Los bajos índices de alfabetización, no solo de Cuba sino de toda Latinoamérica, fueron sustituidos por campañas de alfabetización a un alto por ciento de la población.
Si bien es cierto que desde 1959 las inversiones en el sector educacional fueron uno de los elementos más importantes del presupuesto del país, tanto que durante las décadas de 1980 y 1990, la relación entre los gastos en educación y el producto interior bruto se encontraba entre las más altas del mundo, también es cierto que a partir de mediados de la segunda década del presente siglo estas han ido disminuyendo de manera importante.
EL MITO DEL PASADO
Cuba ha basado su proclamado protagonismo en tres aspectos: (1) la alfabetización; (2) el acceso universal; y (3) la importancia de los profesores.
La Alfabetización
En 1961, se lanzó la Campaña de Alfabetización. En el transcurso de un año, se centró la atención en casi un millón de analfabetos y se movilizó a más de 250 mil profesores y a miles de escolares, organizados en las llamadas “Brigadas Conrado Benítez”. A finales de 1961, un 75% de ese millón de personas había logrado un nivel de alfabetización rudimentario. Pero el fin de la campaña era dual, porque a la vez que se enseñaba a leer a las personas se les adoctrinaba en los principios marxistas y se desarrollaba el culto a la personalidad de Fidel Castro.
El Acceso Universal
Mientras la campaña de alfabetización seguía su curso, el índice de matriculación en los centros escolares aumentaba considerablemente (y se multiplicó por dos una década después).
El Gobierno presentó programas para distintos sectores poblacionales y generacionales los cuales cubrían a las personas que vivían en el campo, las amas de casa, las prostitutas y para aquellas que habían dejado la escuela antes de graduarse. Estos programas, junto con la recién fundada Organización de Guarderías, tenían como objetivo asegurar que la educación fuera accesible para todos. Estas medidas también se centraron en las personas que vivían en zonas rurales aisladas.
Desde mediados de la década de los 90, el índice de admisión escolar se ha mantenido en un 99% para ambos sexos, según datos de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI). En esa época, el 94% de los escolares llegaban al quinto grado, en contraste con el 74% de la región. Los índices de matriculación en las escuelas secundarias variaban de un 78% para el sexo masculino a un 82% para el femenino, mientras que en el resto de la región estos índices eran de un 47% y un 51%, respectivamente.
La Importancia de los Profesores
A principios de siglo, Cuba presumía de ser el país con más profesores per cápita del mundo: uno por cada 42 estudiantes. En la Conferencia Internacional de Pedagogía que tuvo lugar en La Habana en el año 2015, se reveló que, ese año, la proporción de estudiantes y profesores era de un profesor por cada 12 alumnos, aunque esta cifra no refleja la realidad al ser tomada globalmente y no contemplar los parámetros requeridos para cada nivel de enseñanza.
LA REALIDAD DEL PRESENTE
Sin embargo es necesario revisar, que estadísticamente la media educacional ha retrocedido y la calidad también. Educación no es igual a la fórmula de leer + escribir + calcular mediocremente. Además, la escuela ha perdido mucho también de su papel formador de valores junto a la familia, los últimos 10–15 años han sido una suave cuesta abajo. La fórmula debería revertirse en instrucción + valores para poder hablar de verdadera educación.
Instrucción no quiere decir Educación y masividad no quiere decir Calidad. La demostración de todo esto se puede ver en la calle diariamente. Para nada Cuba fue o es el país más culto del mundo como se afirmaba años atrás. Cultura no es solo saber leer y escribir y contar dinero, cultura es tener una visión más amplia y abierta de la realidad y el mundo. Educación es respeto a la diversidad y la individualidad.
LA NECESIDAD DEL FUTURO
Más de medio siglo de censura en todos los medios de información y de un férreo adoctrinamiento escolar han producido efectos profundos en la capacidad de análisis y por ende en la posibilidad de participación consciente en la vida pública de millones de cubanos. Este contexto fue creado especialmente por Fidel y su aparato de control y propaganda para mantener en el ideario nacional una sola visión “legitima y moral” del mundo y sus procesos políticos, económicos y sociales.
Su hermano Raúl ha continuado cómodamente aplicando el mismo método. De manera que cualquier intento democratizador, necesitado del capital humano indispensable, se encuentra ante un problema permanente y general: la falta de conocimientos y cultura política y cívica, sin lo cual es difícil entender las causas, efectos y posibles soluciones a nuestros problemas, pero aún más difícil es, desde esas condiciones, ejercer un liderazgo político efectivo y atrayente para la mayoría de los cubanos.
Los movimientos de oposición en Cuba agrupan a miles de jóvenes de todas las provincias del país que se caracterizan por sus valores personales y cualidades de liderazgo. No obstante hemos comprobado que es necesarios pulirlos mucho para fortalecer su estructura de pensamiento, así como su comportamiento y habilidades prácticas para que puedan desempeñar un rol político decisivo en sus comunidades.
El Partido Comunista, principal adversario de cualquier iniciativa democrática, cuenta con escuelas de formación de cuadros a todos los niveles incluyendo una nacional e internacional, donde han cursado estudios centenares de líderes izquierdistas de todo el mundo. Esto demuestra la prioridad que el gobierno dictatorial le otorga a la capacitación y especialización de sus fuerzas ideológicas para ejercer más y mejor influencia doméstica y global.
Pero la estrategia de los comunistas (o de los que dicen serlo), no se limita a prepararse bien para disfrazar sus mentiras, sino que al mismo tiempo prohíben los estudios superiores a cualquier persona que abiertamente cuestione su poder, acusando luego a la Oposición de estar constituida por gente ignorante, manipulable y fracasada, que actúa más por resolver sus problemas inmediatos (visas y dinero) que por proponer un modelo verdadero de cambios positivos y justos para el país.
Por todo lo anterior se hace indispensable que las organizaciones que aspiran a constituirse como Partidos, no solo se concentren en la denuncia o la crítica al sistema, muchas veces redundante y recurrente hasta el cansancio, sino que se ocupen de la formación profesional de sus miembros y especialmente de sus líderes para que puedan estructurar en su discurso verdaderas propuestas alternativas al poder, y aún más importante, para que con su ejemplo de buenas prácticas demuestren que si el pueblo los apoya desempeñarán los cargos públicos con mayor responsabilidad, transparencia, inteligencia y espíritu democrático, que los actuales dirigentes.
A partir de esta realidad y este contexto se ha hecho necesario consolidar espacios de aprendizaje que constituyan una alternativa sólida para la formación de líderes políticos democráticos en la cual se logre capacitar a los participantes con herramientas que les permitan el desarrollo de liderazgos responsables, pilares para hacer realidad la democracia en Cuba.
CONCLUSIONES
Las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI, han corroborado el papel preponderante que juega la educación en el desarrollo socioeconómico de las naciones. La idea de la creación de una sociedad del conocimiento, más que una tendencia, parece ser ya una realidad y se constituye en un reto para la proyección futura del desarrollo educacional de todos los países, pero de manera particular para los de América Latina y el Caribe.
No cabe dudas que este reto, no puede enfrentarse al margen del desarrollo del hombre, que es en esencia quien gesta, promueve y produce los cambios sociales. Son precisamente los sistemas educativos quienes tienen la responsabilidad de formar los hombres capaces de tales empeños.
Cuba y su sociedad civil están llamadas a no estar al margen de esta realidad, un cambio en la visión del sistema educativo implantado y su transición hacia un modelo menos censurador y más abierto debería contribuir a la formación de ciudadanos que contribuyan a un país verdaderamente próspero, sostenible y democrático.
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