Notes1
Este trabajo parte de un enfoque interdisciplinario de la identidad de los exiliados cubanos para ofrecer una perspectiva cultural. Primero se examina qué es la identidad y el uso de la palabra “exiliado” como clasificación de los cubanos en Cuba y Estados Unidos. Luego se explica qué es una identidad cultural autocrática para observar la causa sociocultural de las deportaciones desde 1959, y la paradoja de que individuos que fueron deportados de Cuba por sus rasgos modernos sostengan una identidad exiliada de corte autocrático en Estados Unidos. Finalmente, se examina la contradicción política de mantener una identidad de corte autocrático en una sociedad predominantemente moderna como la estadounidense y algunos de sus resultados contraproducentes.
La identidad se entiende como los modos en que el individuo se presenta en sociedad con el objeto de supervivir en el ambiente físico y virtual (sociocultural). 2 La identidad exiliada tiene una larga tradición en Cuba entre los políticos isleños que persiste en el siglo XX.3 Los políticos que perdían en las luchas republicanas a menudo viajaban fuera de la isla, algunas veces perseguidos por sus enemigos políticos, otras por acusaciones de corrupción, y reclamaban el estado de “estar exiliado” por su efecto en la sociedad cubana republicana. Esta identidad provisional implicaba generalmente que el sujeto acogía el ostracismo al que el bando político ganador lo condenaba como una condición injusta, provisional, que abandonaría proféticamente porque estaba destinado a un regreso triunfal al país del que fue expulsado.4
Fulgencio Batista y algunos de sus seguidores más cercanos que salen de Cuba en enero de 1959 pueden considerarse exiliados políticos. Batista no recibió asilo en Estados Unidos pero sus seguidores sí. Un elemento que contribuía a otorgar la clasificación de exiliados a los primeros emigrantes era el hecho de que algunos salían del país después de obtener asilo político en embajadas latinoamericanas acreditadas en Cuba. Un asilado político es generalmente considerado un exiliado. Los primeros cubanos que llegaban a Estados Unidos se consideraban exiliados en el sentido tradicional cubano del término. Junto a ellos emigraron algunos dueños de grandes empresas de industrias tradicionales como el azúcar, el tabaco y el ron, quienes quizás contribuyeron indirectamente a asociar la necesaria transformación política con la innecesaria transformación del estado y de la sociedad que el régimen revolucionario estaba decidido a efectuar. 5
Pronto los cubanos en la isla fueron perseguidos no sólo por su filiación política batistiana u opositora, sino también por mostrar en público rasgos socioculturales modernos. Las relaciones con la Unión Soviética y la declaración del carácter socialista del régimen por un lado, pero por otro la nacionalización de empresas privadas, de los medios de prensa, la disolución de organizaciones de la sociedad civil indicaban que la lucha del régimen no era sólo política sino contra el estado complejo moderno (Clark 72–83).
Louis A. Pérez Jr explica el efecto sociocultural:
Distributive policies were not necessarily the determining factor of emigration. Rather, it had more to do with the reconfiguration of the proposition of Cuban, specifically the rapid and radical transformation of the normative context in which Cuban has been defined. Behaviors previously associated with promise were condemned; attitudes previously associated with success and security were now a source of scorn and suspicion. In ways perhaps too many and too complex to fully appreciate, from professional standards to personal style, from disposition and demeanor to customs and conduct, including attitudes, gestures, manners, and habits, all of the things that Cubans had become—in short, so much of what had signify national identity—were now denounced and despised (497–498).
Es posible que los cubanos en Estados Unidos adoptaran la identidad de exiliados con un nuevo sentido después de la Crisis de Octubre o Crisis de los Misiles, en 1962, o a finales de diciembre de ese año.6 La frase comenzó a tener poco a poco un nuevo sentido para una nueva audiencia: la sociedad estadounidense.
Los cubanos deportados experimentaron este conjunto de eventos que transformaron una sociedad crecientemente compleja en una más simple en poco tiempo y percibieron la magnitud e irreversibilidad de los hechos como catastróficos. Esta percepción puede caber dentro de lo que Jeffrey C. Alexander llama “trauma cultural” (93), en especial después del fracaso de la invasión de Playa Girón o Bahía de Cochinos. 7
Estos cubanos necesitaban crear una identidad que explicara la naturaleza de su presencia en Estados Unidos y su prolongación más allá de lo previsto; necesitaban una identidad que legitimara ocupar nuevos espacios dentro de la sociedad, les permitiera negociar el modo en que se incorporarían a la nueva sociedad y también los ayudara a sobrellevar el rechazo de la misma hacia ellos. Los cubanos pasaron de “estar exiliados” (condición pasajera) a “ser exiliados” (identidad permanente). Los exiliados se propusieron como subcultura estadounidense, como sociedad de los que no tienen lugar en la sociedad (Farley 80–83).
El anticomunismo sirvió para limar las asperezas entre batistianos y revolucionarios exiliados, y entre ambos y una parte importante de la sociedad estadounidense en los primeros años, y luego con los conservadores y el Partido Republicano en apoyo a la política exterior estadounidense. El rasgo anticomunista que permitía la armonía entre la identidad cubana exiliada y la estadounidense quedó anulado con los Acuerdos Migratorios de 1995 (Wasem 2006), durante el gobierno de Bill Clinton, que mostró que los intereses de Estados Unidos no coincidían con los de los cubanos en el sentido de que el comunismo cubano ya no era una amenaza para Norteamérica. Los cubanos exiliados esperaron un cambio con el gobierno de George W. Bush en el sentido de que la promoción de la libertad y la democracia en Cuba es parte de los intereses nacionales de ambos países. El rasgo republicano de la identidad exiliada caducó en el 2004 con el “Report to the President” de la Commission for Assistance to a Free Cuba. El “Report” percibe una emergencia humanitaria compleja en Cuba y dedica cinco de sus seis capítulos a recomendar qué hacer después de un cambio en Cuba, no qué hacer para fomentar cambios democráticos (Triff “El elusivo…” 260).
PROBLEMAS DE LA NUEVA IDENTIDAD
Los batistianos se clasifican como exiliados políticos y los militantes de otros partidos que tienen problemas con el nuevo régimen también pueden hacerlo, pero pronto la razón de la salida de muchos cubanos es sociocultural, como se dijo más arriba. Los cubanos abandonan la isla no porque no estén de acuerdo con el Partido Comunista, ni con el gobierno en el poder sino por algo más. Los cubanos rechazan el nuevo tipo de estado y de sociedad que impone el régimen porque atenta contra sus valores esenciales de carácter moderno, no sólo contra sus ideas políticas. Como prueba de lo anterior puede verse que casi lo único en que los especialistas están de acuerdo, cuando describen a los exiliados, es en la identificación del grupo con los valores, las actitudes y las conductas de la burguesía, de la clase media.
A muchos cubanos les gusta describirse a sí mismos como demócratas y liberales, sin embargo no predominan tales comportamientos cuando se trata de encontrar consenso político y social. Hay pruebas para demostrar que esta incapacidad al menos de la clase política es anterior a la revolución de 1959 y del exilio hacia Estados Unidos.8
El fracaso de los cubanos exiliados por percibir los valores modernos burgueses que tienen en común y el éxito en forzar la identidad exiliada alrededor de valores autocráticos podría ser una de las razones por las que el comportamiento político de los exiliados se acerca más al concepto de agregado social que a un grupo social (Farley 145). El único elemento político común es señalar a Fidel Castro como responsable de la condición exiliada, y la necesidad del derrocamiento del líder.9 En apariencia el requisito mínimo abre las puertas de la identidad a todos. Esta identidad parece satisfacer la necesidad de pertenencia al grupo en condiciones hostiles. Pero esa estipulación ha probado ser insuficiente para que la identidad sea capaz de movilizar a sus portadores a agruparse en organizaciones complejas que impulsen acciones colectivas a favor del bien común.
La creación de una identidad política homogénea es una empresa irrealizable si se desea incluir a todo un corte vertical de la sociedad que emigra a Estados Unidos durante casi 50 años. Para lograrlo ha sido necesario ejercer la violencia. Esto quizás explica en parte por qué muchos grupos políticos se han enfrascado en luchas internas desde el principio de la llegada a Estados Unidos.10 La identidad exiliada se ha mantenido al precio de ejercer una violencia sobre otros rasgos de los miembros de la sociedad cubana que vive fuera de la isla.
La reducción de la identidad colectiva a un solo interés común—la desaparición de Castro—es una cosificación, una reducción del ser humano a una sola de sus múltiples facetas. La presentación de uno mismo como exiliado tiene varias consecuencias negativas. La aceptación de ser un “exiliado cubano” implica que se ha permitido que el poder tenga el derecho de determinar quién es cubano, a secas. Los que tienen conflicto con el poder no pueden ser solo cubanos, sino cubanos con adjetivos, con clasificación.
Además, el grupo que se autotitula exiliado ha abandonado el derecho a reclamar su identidad original y ha adoptado con orgullo la condición impuesta por la violencia del victimario (Triff “Cinturas…” 20A). Es decir, la víctima colabora en su propia explotación. Una vez que ser víctima se convierte en parte de la identidad del grupo, es casi imposible abandonar la perspectiva de la víctima sin perder la identidad. Peor aun es no saber siquiera que uno es una víctima (Triff “El peor…” 20A).11
Otro elemento importante consiste en la fuente donde se nutre la construcción de esa identidad. Los creadores de la identidad exiliada recurren a los valores, actitudes y conductas de la cultura autocrática cubana, en vez de tomar los valores de la cultura moderna que son los que le dan cohesión y los identifican con los valores predominantes de la sociedad estadounidense. 12 La identidad política exiliada durante mucho tiempo ha sido blanca, católica, republicana, conservadora. Un rasgo autocrático importante es que consideraba que los fines justifican los medios. Al centro de esta identidad se encontraba la desaparición de Castro del espacio público.
La identidad exiliada exalta los rasgos culturales que los diferencian y excluye los rasgos que los cubanos comparten con otras culturas. Esto podría explicar la preferencia por recordar como típicos los usos y costumbres de la cultura rural y popular. Los rasgos culturales modernos propios de la cultura urbana, burguesa y cosmopolita no se consideran de importancia (Triff “Retos…” 16A).
En pocas palabras, cuando los constructores de la identidad exiliada han recurrido a la identidad política no han podido incluir a todos los cubanos que se encuentran en Estados Unidos bajo un mismo sello y por lo tanto no han podido unirse en acciones colectivas. Cuando han recurrido a la identidad cultural han logrado agrupar a muchos alrededor de valores tradicionales que aíslan a sus portadores de la corriente principal estadounidense.
LA PARADOJA CULTURAL
Hay varias razones para entender esta situación. Es razonable que los cubanos fuera de la isla encuentren como común denominador comunicativo elementos de la cultura popular que todos dominan. La comida, la ropa, la música son algunos de ellos. Por otro lado, la nostalgia por la tierra justifica la idealización de la vida del campo. Además, como extranjeros, muchas veces deben verse a sí mismos como otros los perciben a ellos. Si los extranjeros elogian la comida y la música, es posible que los cubanos tiendan a identificarse con rasgos que otros ven como positivos en ellos (Triff “Cinturas…” 20A).
Pero esta actitud produce una paradoja cultural que consiste en que un grupo social que fue expulsado por su filiación a valores modernos se presente en el país receptor con una identidad que exalta sus valores retrógrados. Esta identidad autocrática podría explicar el fracaso en la sociedad cubana pero no impulsar al éxito en la sociedad receptora predominantemente moderna.
LA CONTRADICCIÓN POLÍTICA
Los cubanos desean influencia política para lograr la democracia en Cuba y la movilidad social en Estados Unidos. ¿Cuánto ayuda la identidad política exiliada a alcanzar influencia política? No mucho. La identidad exiliada—no se confunda con la moderna identidad cubano americana—es un anacronismo en la sociedad estadounidense. Proporciona sentido de pertenencia al grupo pero no logra ocupar un nicho en la corriente principal del país; acumula dinero pero no logra concretarse en forma de poder.
La identidad exiliada no ha ayudado a los cubanos a acumular influencia política suficiente para alcanzar la libertad de Cuba. Quizás presentarse como un foreign national no ofrece confianza a la burocracia estadounidense de que los exiliados persiguen los mismos intereses de Estados Unidos. Los portadores de la identidad exiliada no han podido persuadir a la burocracia de Washington de que el derrocamiento de Castro sirve a los intereses de ambos países.
Los rasgos de la cultura autocrática más notables— costumbres populares y política excluyente— dificultan que la opinión pública preste mucha atención a su caso. Los conservadores ven como una amenaza a la identidad nacional estadounidense a un grupo que quiere imponer su estilo de vida a Estados Unidos. Los liberales ven con temor a un grupo que contribuye a que los blancos, protestantes, ricos, conservadores controlen el país (Triff “Columnist…” 16A).
La identidad exiliada no contribuye a mejorar la movilidad social de sus portadores en Estados Unidos. La identidad dificulta que sus portadores puedan crear redes de confianza amplia con otros sectores de la sociedad, apoyar causas sociales amplias, participar en movimientos populares a favor del bien común y crear organizaciones complejas para alcanzar objetivos ambiciosos y de largo alcance.
CONCLUSIÓN
La identidad política exiliada tradicional que giraba alrededor de la desaparición de Castro siempre se ha encontrado en crisis, no solo ahora cuando se acerca la desaparición física de Castro y de los miembros de su generación. Las razones por las que ha sido una identidad “disfuncional” son el uso tradicional del exilio en la historia de Cuba, la combinación de una identidad política estrecha, y una identidad cultural de valores autocráticos. Esta mezcla no ha sido capaz de llegar a la corriente principal estadounidense, ni entre liberales ni entre conservadores. Los primeros rechazan la identidad exiliada porque perciben la identidad política exiliada excluyente y violenta como aliada de los “blancos, ricos, protestantes” que amenazan con tomar el control del gobierno estadounidense. Los conservadores rechazan la identidad exiliada porque perciben la identidad cultural autocrática como una amenaza mortal a los valores esenciales de Estados Unidos. La identidad exiliada tendría una mejor oportunidad de hallar su nicho en la sociedad estadounidense si conserva, cultiva y promueve los valores de la cultura moderna cubana (Triff “La sociedad…” 8–15).
OBRAS CITADAS
FOOTNOTES
1. Agradezco a Benigno E. Aguirre su interés en organizar el panel en el que se presentó este trabajo y a Jorge Pérez-López por su paciente labor de edición del mismo.
2. Aunque la identidad puede observarse por la presentación exterior del individuo con relación al grupo esto no significa que la identidad es superficial. La sociedad impone una identidad, pero también el individuo según sus valores, actitudes y conductas se identifica con un grupo. Si cultura es “the way we do things” (Farley 64–65), entonces se puede decir que en Cuba no hay una cultura común; existen varias culturas y varias identidades culturales (étnicas, religiosas), aunque se reconocen ciertos rasgos de ciertas culturas como predominantes (por ejemplo, raza blanca, idioma español, religión católica). La identidad cultural tiene su base en el hogar, la iglesia, el vecindario. La identidad política se basa en la escuela pública. “When we teach children democratic habits through practice in public schools, what we are creating is a shared commitment to certain forms of social behavior” (Appiah 39). Pero estos valores y conductas políticas están mediatizados por la familia, la iglesia, la profesión, las asociaciones, es decir, por la identidad cultural. Algunos estudiosos de la cultura política cubana intuyen la influencia de la identidad cultural en la identidad política cuando hablan del papel de las emociones y el afecto en la política, y la carga emocional que contiene la identidad nacional (Fernández 32). Para una valoración de “cultura política” véase a Triff (“El valioso…” 265). En este trabajo también se considera que en las sociedades tradicionales las identidades son fijas, estables, mientras que en la modernidad la identidad se móvil, múltiple, personal, autorereflexiva y sujeta a cambio e innovación, aunque existen formas de identidad fijas en la modernidad. “Identity are… still relatively circumscribed, fixed, and limited, though the boundaries of possible identities, of new identities, are continually expanding” (Kellner 141). Quizás la diferencia entre identidad nacional (o política) e identidad cultural pueda observarse en la explicación que Gustavo Pérez Firmat ofrece a las palabras “cubanidad,” “cubaneo” y “cubana.” Cubanidad podría relacionarse con identidad nacional pues es impuesta por la política, por el poder, mientras que cubaneo es una “membership in a community” como antídoto a la “cubanidad” impuesta por el poder (My own… 232). Cubanía es una conciencia “postnacional” de una voluntad de ser cubano (My own… 234). Cubanidad y cubaneo son dos aspectos de la identidad política y/o de los valores autocráticos de la identidad cultural, mientras que cubanidad tiende a reforzar los valores modernos de la identidad cultural.
3. Existe una tradición sociocultural judeocristiana en la que ser un exiliado tiene una dimensión existencial y profética que se remonta al 597 a.n.e. bajo el imperio asirio. Durante la colonización de España, en especial en el siglo XIX, los criollos condenados al destierro por sus ideas independentistas veían el castigo como blasón en vez de baldón, es decir como valor social con el que algunos miembros de la minoría independentista se presentaban en sociedad tanto en la metrópolis como en la colonia.
4. El primer exiliado de los años 50 podría ser el presidente Carlos Prío Socarrás, del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), después de ser depuesto por el golpe de estado revolucionario de Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952. El suicidio de Eduardo R. Chibás, líder del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) y fuerte candidato presidencial para las elecciones de 1952, el 5 de agosto de 1951 podría considerarse el primer “exiliado” si se entiende por exilio el abandono del espacio público.
5. Es posible que algunos empresarios se sintieran estrechamente vinculados políticamente con el régimen de Batista y esa era una buena razón para emigrar. Pero la emigración de otros empresarios cuando vieron afectados sus intereses económicos quizás permitió que el régimen de Castro extendiera la responsabilidad por la corrupción del pasado a toda la clase empresarial, y que la población percibiera la emigración como aceptación de su culpa. De hecho existe una base cultural anticapitalista que contribuye a explicar la conducta empresarial de esa manera según la cual la riqueza de unos se obtiene a través del robo a otros. La emigración empresarial también invita a cuestionar por qué las corrientes de opinión principales de los cubanos exiliados tuvieron poco reparo en otorgar la identidad política exiliada a estos primeros empresarios, aunque su emigración fue producto del cambio súbito de posición económica y social, mientras que muchos de los que emigraron después de 1990, cuando nuevamente toda una capa social vio un cambio brusco descenso de su nivel de vida, han tenido dificultad en ser considerados como exiliados. Existe evidencia de que importantes sectores empresariales apoyaron el golpe de estado de Batista, su gestión como presidente después del golpe, y el golpe de estado de Castro. Sobre lo primero véase a Clark (31; 596–597). Sobre el apoyo a Batista, Rodríguez (72–73) y sobre el apoyo de empresarios a Castro, “El apoyo de nuestras…” (77). Sobre el cambio de “sistema,”cubanos influyentes creían que era necesario un cambio de “sistema” para luchar contra la corrupción, aunque no estaba claro en qué consistía, como Jorge Mañach (79) y Agustín Tamargo (“O la juventud…” 68; “La luna…” 71). Muchos políticos tradicionales creían que la violencia era el método correcto (Ichaso 35; Triff “El cambio…” 19A)
6. El 29 de diciembre de 1962 el presidente John F. Kennedy se reunió públicamente con miembros de la Brigada 2506 excarcelados por Castro en el estadio Orange Bowl de Miami y prometió entregar la bandera de la brigada a los cubanos en una Cuba libre (Kennedy). Algunos vieron este acto como el fin de una etapa de la lucha por la libertad de Cuba pero otros mantuvieron esperanzas (Clark 110).
7. El evento traumático que dispara la construcción de la identidad exiliada no son los cambios rápidos que llevaron a los cubanos fuera del país tanto como la igualmente imprevista y catastrófica noción de que no había esperanza de regreso a Cuba en el corto o mediano plazo. Dos puntos deben invitar a la investigación en este tópico: la relación entre trauma cultural y el trastorno de estrés postraumático (post traumatic stress disorder, o PSTD) y la trasmisión de trauma cultural (y de PSTD) a las nuevas generaciones. La revolución de 1959 no es la primera catástrofe social que los cubanos han experimentado. Desde 1868 los cubanos han padecido cada 30 años más o menos (1868, 1895, 1933, 1959, 1989), es decir generación tras generación, eventos sociales de naturaleza catastrófica que podrían generar valores, actitudes y conductas que pasarían a la próxima generación como parte de la cultura. Quizás Roberto González Echevarría observó un temprano caso de trauma cultural en la formación de las letras nacionales, en especial en el interés por adoptar Espejo de paciencia como origen de la literatura cubana hacia 1838 (treinta años antes de la guerra de independencia). El especialista comenta la necesidad de “un mito sobre el origen nacional… una fábula de la fundación que le dé a Cuba un lugar propio en la historia universal” (166). Domingo del Monte y sus asociados deseaban establecer una literatura cubana “como parte del proyecto más amplio de sentar las bases para un concepto de la nacionalidad” (167). En este caso, los eventos traumáticos que disparan la creación de una identidad nacional serían el proceso de independencia en América Latina y el éxito de los liberales en España. Agradezco a Aguirre que me llamara la atención sobre la obra de Alexander. Para una lista mínima sobre trauma cultural y trastorno de estrés postraumático se recomienda el programa de estudio de Judith Gerson y Arlene Stein, de la Universidad de Rutgers http://sociology.rutgers.edu/graduate/Syllabi/ FALL%202006/Stein%20Gerson%20Trauma.pdf
8. Por ejemplo, Chibás fundó el partido Ortodoxo porque no encontró espacio dentro del partido Auténtico para su inconformidad (1948). En 1952, los políticos no se pusieron de acuerdo para hacerle frente al régimen revolucionario de Batista. El Pacto de Montreal entre los partidos opositores (1953) quedó sin efecto en pocos meses (1954). Castro atacó el Cuartel Moncada porque no encontró espacio político dentro de los partidos tradicionales (1953). El diálogo entre la sociedad civil, representada por la Sociedad de Amigos de la República, y Batista no llegó a ningún acuerdo (1955–1956). El Manifiesto de la Sierra Maestra no fue respetado (1957), Batista y Castro rechazaron la mediación del Comité de Concordia en marzo de 1958 y otro acuerdo entre opositores, el Pacto de Caracas de julio de 1958, no fue respetado tampoco (Clark 32; 45–46 y Ochoa 77).
9. Unos diez años antes de la enfermedad de Castro anunciada el 31 de julio de 2006, Gustavo Pérez Firmat comentaba la dificultad que tendría esa identidad exiliada si llegara a desaparecer el dictador. “¿Qué le sucede al exiliado que puede volver y decide no hacerlo? ¿En qué se convierte? ¿En un posexiliado, un ex-exiliado? Cuando el régimen de Castro desaparezca, vivir como cubano en Estados Unidos tal vez será más y no menos difícil. Hasta ahora hemos sido exiliados. Después de ese momento, tendremos que ser otra cosa. Por lo menos el exilio es una identidad (para algunos, ha sido también una carrera). Pero no queda claro qué es lo que viene después del exilio si no es el regreso” (El año… xi–xii). Sobre este tema véase también a Triff (“El último…” 12A), y sobre la posibilidad de regresar a Cuba sin esperar a la caída de Castro ni abandonar principios políticos véase “Identidad y solidaridad” (13A).
10. Los que afirman que existe o existió una identidad política exiliada aceptadas por todos parecen idealizar las tradicionales luchas internas del exilio desde los primeros tiempos. Es posible que estas luchas políticas fueran una continuación de las tradicionales confrontaciones recogidas en la nota 8, que se extienden sobre el control de la identidad política exiliada. Kennedy pide a los exiliados que dejen sus luchas internas tan temprano como 1962 (Kennedy). Pérez Firmat recuerda las discusiones entre cubanos exiliados sobre quiénes regresarían a la Cuba libre y quiénes no, de acuerdo a sus afiliaciones políticas con expresiones como “no tiene regreso” (“A willingness…” 3). El autor explica: “Of the many ways of being Cuban, one of the most pervasive and insidious is to deny the cubanness of those who are not like us” (“A willingness…” 3–4).
11. Sobre la clasificación de exiliado, es necesario notar que el régimen hasta hace poco rechazaba utilizar el término para referirse a los cubanos deportados porque utilizaba adjetivos derogatorios peores para denominar a quienes no mostraban afecto al régimen. Hacia finales de los años 70 los epítetos se combinaron con eufemismos. Una variante del popular “gusano,” “gusanera,” fue usado por Castro en 1956 para referirse a los políticos tradicionales (81). El labeling de los enemigos políticos sigue una tradición ideológica de realizar un juicio moral condenatorio público para facilitar el potencial linchamiento físico. La prensa escrita y radial exacerbó esta práctica en Cuba. Los exiliados también tienen la práctica de clasificar con adjetivos derogatorios a quienes se exilian después que ellos, de manera que es común que un exiliado lleve varios epítetos, del régimen y de la propia sociedad de exiliados a la que el recién deportado se integra. Es interesante notar que algunos exiliados se identifican a sí mismos con los vocablos derogatorios. Si se tiene en consideración que este labeling es parte de un proceso cognoscitivo por el cual el individuo se distancia de otro, lo clasifica y cosifica para dirigir contra el “objeto” sus emociones irresueltas y su violencia de manera efectiva, entonces es posible que muchos cubanos acarreen como parte de sus identidades sellos que los acondicionan para recibir el potencial maltrato de otros. (Véase a Aaron T. Beck, Prisoners of hate).
12. Por cultura autocrática se entiende una cultura donde predominan los siguientes valores: la relación entre individuos es de desigualdad ante la ley, los más cercanos a los recursos pueden vivir por encima de la ley, mientras que los más alejados poca o ninguna forma de movilidad social dentro de la ley. La relación entre ellos es de mando y obediencia, respectivamente. Entre ellos existe una desconfianza mutua, la autoridad no puede cuestionarse, los primeros se imponen como guardianes de valores y quienes cuestionan su autoridad son descritos con rasgos deshumanizantes y pueden llegar a ser agredidos con impunidad. Otro rasgo de los impulsores de la identidad autocrática consiste en ser un grupo pequeño que se erige en “la medida de lo correcto” y quien no piensa y actúa como ellos ordenan no tiene lugar en el grupo (Triff “La sociedad…” 15).
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